Sin título I, 2014
Impresión digtal sobre dibond.
120 x 80 cm.
Sin título II, 2014
Grafito y carboncillo sobre cartón Canson.
80 x 120 cm.
Sin título V, 2014
Grafito y carboncillo sobre papel Artoz.
21 x 29 cm.
Sin título IX, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
59,35 x 100 cm.
Sin título X, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
46,86 x 70 cm.
Sin título XI, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
46,86 x 70 cm.
Sin título XII, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
65,64 x 100 cm.
Sin título XIII, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
65,64 x 100 cm.
Sin título XV, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
65,64 x 100 cm.
Sin título XVI, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
65,64 x 100 cm.
Sin título XVII, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
65,64 x 100 cm.
Sin título XIX, 2014
Impresión digital sobre papel Hahnemühle.
65,64 x 100 cm.
Sin título XXI, 2013
Escarabajo, madera, lino y cristal.
27 x 33 x 6,5 cm.
Sin título XXII, 2013
Araña, terciopelo, esmalte, madera y cristal.
25 x 35 x 5 cm.
Sin título IV, 2014
Grafito y carboncillo sobre papel Artoz.
21 x 29 cm.
Sin título VI, 2014
Grafito y carboncillo sobre papel Artoz.
21 x 29 cm.
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Sin título I. Vista de la exposición, 2014
Impresión digital sobre dibond.
120 x 80 cm.
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Sin título XXI, 2013. Escarabajo, madera, lino y cristal
27 x 33 x 6,5 cm.
Sin título XXII. 2013. Araña, terciopelo, esmalte, madera y cristal.
25 x 35 x 5 cm.
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Vista de la exposición, 2015
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
José Hierro
La tercera individual de la artista en la galería desarrolla un proyecto sobre la naturaleza muerta en fotografías, dibujos y objetos. Su trabajo versa casi siempre sobre la poética del objeto inanimado, orgánico o inorgánico, por lo que se sitúa en una órbita de proximidad al género. Pero, puede que sea la desafección que ha experimentado por parte de la práctica artística reciente, e incluso el que en determinadas escuelas no consiguiera nunca despojarse de la consideración de menor, el motivo de su elección como tema en si, a su vez, ninguno tan pleno de simbología y capacidad para trasmitir sentimientos, con características óptimas para el tratamiento y representación del universo propio de la artista, casi franciscano, de amor hacia las presencias mas humildes y efímeras, de las que extrae la belleza de sus cualidades formales, enfatizándolas. El equilibrio entre lo emocional y lo racional, junto a la economía de medios, que canaliza en ciertas prácticas del ready made, tangencialmente relacionadas con el minimal y el povera, conforman un panorama que podría calificarse de ascético, con encaje en un entorno neoconceptual. Bien sabido es que Teresa de Cepeda y Ahumada buscaba a Dios entre las sartenes y así quiso recuperarla para la plástica contemporánea Marina Abramovic. Objetos humildes al tiempo que primordiales en la existencia cotidiana, en los que algunos artistas encuentran lo verdadero. Si, como apunta N. Bryson, está muy relacionada con el espacio femenino por su compromiso con lo intrascendente, irrelevante, mediocre, excluido de los espacios de poder, las composiciones de este proyecto ponen el acento en el breve devenir, ocaso y desaparición de sus componentes, en la vánitas.
La naturaleza muerta, Still-life o Still-leuven en la denominación germánica mas expresiva de su sentido de perdurabilidad ad eternum, en su pretensión de intemporalidad, de permanencia indeterminada en el tiempo y hasta de inmortalidad, conculcando algunas de las leyes de la entropía,en ese acto de congelar un instante de la existencia para convertirlo en su compendio, alberga una infinitud, que según Hegel se ubicaría en la órbita de lo divino.
El orden y la pulcritud, propios de su modo de hacer, se hacen más patentes en la predilección por las series y la noción de proceso, en las que sistematiza fenómenos en una secuencia cronológica, o establece tiempos en el devenir de la existencia de los objetos o los seres, en esta ocasión de manera mas evidente y explícita. La reiteración que, según Guy Davenport es privilegio del género, da lugar a las series, donde es manifiesta la paciente observación en busca de la alteración diferenciadora que las justifique, y cuyo objetivo sería el ansia de diafanidad geométrica y, acaso, espiritual. Como muestra, los dibujos de insectos, tomados de unos grabados del S.XIX, reducidos al esquema último de sus siluetas, en medio de un paisaje igualmente estilizado.
A juzgar por el suceso que narra Plinio el Viejo en su Historia natural, la existencia de la naturaleza muerta se remonta a la Antigüedad. Se trata de la pugna entre Zeuxis y Pharnasios por conseguir la mayor verosimilitud representando objetos. Asimismo cuenta cómo Pyreicus, artista prometedor, echó por tierra su carrera al dedicarse a pintar fruslerías, , por lo que se ganó el apelativo de rhyparographos. Los siglos XVI, XVII Y XVIII son grandes momentos para el género, que florece con propósitos y poéticas bien diferenciadas de aquéllas en que incidieron las vanguardias una vez tras otra. Por otra parte, en ciertas escuelas y pintores, encontramos el tratamiento que le es propio dentro de composiciones ajenas a su dinamica, como subgénero, tal es el caso de los primitivos flamencos y su demora en recrear los tejidos, que también observamos en las series de monjes de Zurbarán.
El culto al objeto alcanza a su disposición escenográfica en composiciones de filiación histórica. En el caso que nos ocupa, la identificación con Zurbarán y Sánchez Cotán, quienes mejor representan el espíritu mas español del género, quizá el equivalente plástico de las corrientes místicas y ascéticas, refrenda el carácter autorreferencial que posee. Es bien conocido el origen que el retrato tiene en las naturalezas muertas y sus ejercicios preparatorios y, por tanto, también del autorretrato. Lejos de los excesos calóricos tan frecuentados por holandeses y flamencos y del abigarrado discurso conceptista de las vánitas españolas -una de las que da título a esta exposición, la de Antonio de Pereda en el Kunsthistorishes de Viena-, la sobriedad y la elegancia marcan la pauta en las naturalezas muertas de Mª Angeles Díaz Barbado. En los fondos y suelos, de un negro absoluto, abismal, como el suelo donde reposan, ha desaparecido cualquier referencia que revele su escala. En medio de semejante soledad y silencio, cada objeto, dotado de individualidad, como flotando en una nada de vacío atmosférico, cobra una dimensión cercana a la metafísica.
La fotografía es el soporte predominante en esta exposición. Enmanuel Sougez lo consideró idóneo para el género -no en vano Daguerre lo escogió como tema de sus primeros trabajos, - ya que la imagen contiene el objeto y, en cierta forma, su emoción, perpetuándola.
IH
© 2011 Isabel Hurley