Pesce Khete. Sin Título, 2009
Técnica Mixta sobre papel, 208 x 134 cm.
Cortesía del artista y las Galerías Magda Bellotti y Massimo Carasi.
Marcos Castro. Sin Título, 2011
Técnica Mixta sobre papel, 200 x 140 cm.
Cortesía del artista y la Galería Luis Adelantado.
Santiago Talavera. Dónde viví y para qué, 2010
Técnica Mixta sobre tabla, 151 x 188 cm.
Cortesía del artista.
Cristina Lama. Verde Carne, 2010
Acrílico sobre lienzo, 200 x 200 cm.
Cortesía de la artista.
Pablo Valle. Pajaritos, 2009
Óleo sobre lienzo, medidas variables.
Cortesía del artista y la Galería Rafael Pérez Hernando.
James Aldridge, Descensión, 2009
Acrílico sobre lino, 200 x 200 cm.
Cortesía del artista y de la Galería Casado-Santapau.
Manuel León, Primera negra tónica dominante, 2010
Técnica mixta sobre lienzo, 130 x 195 cm.
Cortesía del artista.
Pablo Valle, El fututo ya está aquí, 2008
Óleo sobre lienzo, 215 x 295 cm.
Cortesía del artista y la Galería Rafaél Pérez Hernando.
Pesce Khete, Sin título, 2008
Técnica mixta, 204 x 140 cm
Cortesía del artista y las Galerías Magda Bellotti y Massimo Carasi.
Cristina Lama, Verde, 2010
Óleo sobre tela, 50 x 50 cm
Cortesía de la artista.
Cristina Lama, El primer puente, 2010
Óleo sobre tela, 50 x 50 cm
Cortesía de la artista.
Cristina Lama, Caminito del rey, 2010
Óleo sobre tela, 50 x 50 cm
Cortesía de la artista.
“El Ojo del Mirlo” plantea un ejercicio estilístico que prima el diálogo, diverso pero empático, de modos diferentes de acercarse, captar y fijar la realidad circundante a través de un medio tan revivido y ágil, en estos momentos, como es la pintura. Tomando como base el famoso poema Trece maneras de mirar un mirlo de Wallace Stevens (1879-1955), experimento textual y visual que gira en torno a un acontecimiento intrascendente estableciendo miradas distintas sobre una misma figura, sobre un mismo hecho, se ha seleccionado un grupo de pintores jóvenes cuyo tránsito por el medio es vigoroso y desprende un carácter muy personal y desprejuiciado.
En la obra de todos estos siete jóvenes artistas cobra especial importancia el placer por pintar, la mirada consciente hacia el entorno natural, el tiempo del acontecimiento, y la sustracción u ocultamiento de ciertos datos de posicionamiento al espectador, lo cual crea la ilusión permanente de la presencia de una amenaza oculta. Desasido de referencias espacio-temporales –bien sea por acumulación, bien sea por disgregación-, y obligado a leer el campo pictórico –campo que creíamos ya desacreditado y obsoleto- el observador desconoce si la excusa que detona la exégesis pictórica es coyuntural o esencial, trascendente o prescindible, no llegando nunca ha saber si tal acontecimiento han sucedido, está sucediendo o a punto de suceder delante mismo de nuestros ojos. Demostrando, además, que el campo pictórico posibilita una mirada contextual, concienciada, denunciante, a la par que simbólica o lúdica sin buscar nunca una justificación más que en sí misma.
Si en las obras de Pablo Valle (Barcelona, 1979) o de Santiago talavera (Albacete, 1979) emerge el enfrentamiento secular entre la naturaleza y el hombre, sustanciado en forma de mirada especular y tangente entre lo construido y artificioso y lo increado y existente, ambos encauzan ese dilema de modo distinto: suelto, ingenuo y terrible en el caso del primero, sutil y ácido en el caso del segundo. Esta mirada se hace simbólica en otras ocasiones: poética y vernácula, y por ello también global, en el caso de Cristina lama (Sevilla, 1977), como también lo es para Marcos Castro (Mexico D.F., 1981), si bien de una violencia más latente y evidente. La contención, casi parquedad, de medios empleados por Pesce Khete (Roma, 1980), la soltura y dinamismo del tratamiento, acentúan aún más esa relación con la naturaleza y con las acciones sorprendentes de actores improvisados. la naturaleza como jeroglífico, como entramado metafórico, como origen primordial y escenario de la vida y de la muerte, de la metáfora y de la verdad, pero también como espacio propicio para el despliegue de las técnicas pictóricas en todo su esplendor, se hace evidente en la obra de James Aldridge (U.K., 1971), conocedor del cauce y transito de toda la tradición pictórica, también de la barroca, al igual que sucede con Manuel león (Sevilla, 1977), quien además bordea los territorios liminares de lo pictórico al teñirlo de arte urbano, acido, actual, vital, experimental.
Iván de la Torre Amerighi
© 2011 Isabel Hurley