PASADAS
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PLANOS DE ENCUENTRO, PUNTOS DE VISTA 13 marzo - 26 abril, 2008
  • Cama de Hielo

    Cama de Hielo, 2008

    Impresión sobre papel mate. 420 x 300 mm.

  • Al Final del Día

    Al Final del Día, 2007

    Escultura. Acero inoxidable. 330 x 300 x 225 mm.

  • La sólida materia gris

    La sólida materia gris, 2007

    Escultura. Acero inoxidable. 260 x 260 x 165 mm.

  • Adosados

    Adosados , 2008

    Impresión sobre papel mate. 420 x 300 mm.

  • Dos Mundos

    Dos Mundos, 2007

    Escultura. Acero inoxidable, hierro y esmalte. 430 x 420 x 365 mm.

  • Lo que está escrito

    Lo que está escrito, 2007

    Escultura. Acero inoxidable. 230 x 210 x 200 mm.

  • Somos lo Mismo

    Somos lo Mismo, 2005

    Objeto escultórico. Hierro, plomo, acero inoxidable. 1490 x 520 x 500 mm.

  • La vida regala flores

    La vida regala flores, 2008

    Escultura. Acero inoxidable, hierro. 2730 x 1100 x 880 mm.

  • Puerta del Placer, Puerta del Dolor

    Puerta del Placer, Puerta del Dolor, 2005

    Escultura. Acero inoxidable, papel lija. 315 x 335 x 60 mm.

  • Ocaso

    Ocaso, 2006

    Escultura. Hierro y vidrio. 80 x 285 x 405 mm.

  • Se Ofrece

    Se Ofrece, 2005

    Escultura. Acero inoxidable. 270 x 520 x 200 mm.

  • La consecuencia

    La consecuencia, 2007

    Escultura. Acero inoxidable. 220 x 220 x 200 mm.

  • ¿Quién me Soporta?

    ¿Quién me Soporta?, 2007

    Escultura. Acero inoxidable, hierro. 500 x 350 x 130 mm.

  • El Ego de Narciso

    El Ego de Narciso, 2007

    Escultura. Acero inoxidable. 340 x 340 x 310 mm.

  • En cualquier momento

    En cualquier momento, 2007

     Escultura. Acero inoxidable. 700 x 190 x 150 mm.

  • Refugio

    Refugio, 2007

    Escultura. Acero inoxidable. 360 x 350 x 15 mm.

  • Lo que la memoria olvida

    Lo que la memoria olvida, 2008

    Escultura. Acero inoxidable, 2100 x 1760 x 335 mm.

  • Vista de la exposición

    Vista de la exposición,

  • Vista de la exposición

    Vista de la exposición,

HOJA DE SALA

Antonio Yesa (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1952) se hace escultor a mediados de los ochenta, momento en que eclosiona la escultura española contemporánea. De imposible adscripción a movimiento alguno, característica común a los escultores occidentales desde la 2º mitad del siglo XX, su obra manifiesta un individualismo que hunde raíces en la primera y segunda modernidad escultórica española: Julio González, Gargallo, Oteiza, Serrano, Chillida o Martín Chirino, pero también en las vanguardias internacionales: surrealismo, constructivismo o Dadá; Giacometti, Brancusi, Moore, Calder o Duchamp. Recientemente, Anthony Caro, quien incorpora, además, la experiencia americana de David Smith. Si, según Herbert Read, lo único común a todos es el papel dominante de la metalurgia, Yesa responde a esta premisa, aunque también ha empleado la madera y en ocasiones mezcla los metales con materiales plásticos, cristal o papel. El juego con las diferentes formas del metal: plancha, tubo, alambre, varilla, lana o viruta y casi siempre en combinación de dos o tres, a veces sumado al color; también el del plano o la línea recta con la curva o quebrada, de lo blando con lo duro, lo rígido con lo flexible, lo frío con lo cálido, lo rugoso mate y lo pulido brillante, hasta el efecto tornasol, buscando ritmos y profundidad, forma parte de la búsqueda del lenguaje, léxico y sintaxis, mas adecuado al contenido semántico. Variables que el artista dispone según un orden formal irrepetible, imprimiéndole su estilo. El diálogo con la materia es indispensable para el escultor, ya que pasa a ser parte y objeto de su discurso estético y, además, la estructura física del material como obstáculo, pero también como sugerencia de creación lo convierte en ineludible para superar y esquivar dificultades de hito en hito descubriendo el camino hacia el punto de encuentro entre la intención y la materia.
La escultura de Yesa es sensual y plena de sugerencias, en un continuo decir y desdecirse, engañando a los sentidos. Dotada de luz, color, textura y movimiento apela tanto al tacto como a la vista y al oído, invitando al espectador, que no puede quedar ajeno, a participar en semejante banquete.
En su trayectoria es una constante la confrontación entre opuestos y, a la vez, complementarios; el yin y el yan, lo íntimo y lo público, lo transitorio y lo permanente, lo penetrable y lo que impele, lo orgánico y lo inorgánico, lo tecnológico y lo artesanal, lo pequeño y lo grande. Todo imbricado en un complejo esquema de relaciones, ya que no siempre lo pequeño es íntimo, ni lo grande es transitable ni encaja en la esfera de lo público. La escultura de Yesa tiene una innegable vocación monumental, ya sea grande o pequeña su dimensión fisica, sugiere habitabilidad y penetrabilidad, tal es el carácter arquitectónico del espacio interior que modela. Según Caro –“Lo visual y lo real”- desde que la figura humana dejó de ser el único objeto de la escultura, ésta se mueve entre la pintura y la arquitectura; También responde Yesa a esta premisa, ya que si la categoría de objeto arquitectónico es aplicable a buena parte de su producción, también lo es que aquellas piezas que proyectan varillas, alambres o virutas recortan siluetas al aire, dibujandose contra superficies a la vez que formulan conceptos. El artista gusta asimismo de difuminar los límites entre disciplinas, haciendo alianzas con el dibujo y la fotografía, como otro vehículo para realzar la esencia de su escultura.
La carga conceptual es muy fuerte, aunque siempre aligerada por un sutil velo irónico en clave surrealista. A lo que se añade el impulso literario, poético, que revelan los títulos. Cada pieza contiene en sí misma un hilo narrativo, redactado con la yuxtaposición de elementos, a veces objetos del entorno cotidiano –mesas, sillas, camas, columpios…-, que rediseña y descontextualiza para obtener a partir de ellos significantes y significados diferentes; estrategias que rinden homenaje a los pioneros del “assemblage” y del “ready made”, configurando un universo formal nuevo, diferente, autónomo, que se rige por leyes propias, confiriendo sentido al “objeto encontrado”, descubierto como válido para su propósito, en tanto que elemento de estímulo, reflexión y juicio, no exento de placer estético. Para Baudrillard “es preciso que cada imagen le quite algo de realidad al mundo pero sin ceder a la tentación del aniquilamiento, de la entropía definitiva”, por ello, aunque el arte se ha vuelto iconoclasta, la moderna iconoclastia no rompe las imágenes sino que fabrica otras nuevas, inventando formas a las que corresponden nuevas funciones, también inventadas, con lo que contribuye a la desaparición de la realidad, una realidad que puede no ser siempre la deseada.
En “Planos de encuentro, puntos de vista” se concita todo ello. Antonio Yesa realiza una propuesta en torno al placer y al dolor por medio de una agrupación de piezas pequeñas de bulto redondo, junto a las que cuelgan de los paramentos otras que, sin dejar la tridimensionalidad renuncian a uno de sus puntos de vista, mientras que el resto del espacio lo ocupan formatos grandes, una instalación y una caja de luz.
Frente a una ausencia palmaria del sujeto es patente el dominio de los objetos, aunque nostálgicos de aquél, recreados tal vez para un nuevo sujeto, al que parecen estar esperando. Así, tal y como teoriza Baudrillard, la carencia del sujeto y de su función crítica se contrarresta con la función irónica del objeto. Siguiendo con el mismo autor: “…al mismo tiempo que la ilusión y la utopía han sido expulsadas de lo real por la fuerza de todas nuestras tecnologías, la ironía ha pasado a las cosas” convirtiéndose en “una contrapartida para la pérdida de la ilusión del mundo… la ironía como forma universal y espiritual”
Siempre preocupado y ocupado por el espacio y el juego entre lo real y lo imaginado, el objeto y el sujeto, lo objetivo y lo subjetivo, lo explícito y lo sugerido, su trabajo y su obra constituyen un ejercicio de libertad, de reiterada transgresión. A modo de paradigma último, en la acción incluida en el CD, tras volcarla, convierte una mesa-símbolo-de-lo-estable en puerta-lugar-de-tránsito, para luego de meditarlo, no traspasar su umbral, prefiriendo saltar sobre el arco con la ayuda de una escalera, ya que es ése, precisamente el camino que le interesa. ¿Qué nos está diciendo? Nos habla de la búsqueda como hombre y artista, de lo nuevo, lo inexplorado, la aventura, de lo que está por llegar . No sabemos si esta incógnita la despeja Antonio Yesa con la misma formulación que Derrida en “El mundo de las luces por venir”, segunda parte de Canallas, dos ensayos sobre la razón.
La paradoja, la transversalidad, la búsqueda, el concepto, la ironía, pero también la poesía, definen la obra de Antonio Yesa, cuya poética bien podría condensarse en la excepción como norma.

IH







 

© 2011 Isabel Hurley