Sin título (Serie Monstruos), 2010
Infografía sobre PVC. 105 x 115 cm. Ed. 1+PA
Ingenio (Ángeles), 2010
Video monocanal. Duración: 3' 15''. Ed. 3+PA
Ingenio (Carmen), 2010
Video monocanal, 3'15''. Ed. 3+PA
Sin título (Serie Monstruos), 2010
Infografía sobre PVC. 105 x 115 cm. Ed.1+PA
Ingenio (Inés), 2010
VIdeo monocanal. 3'15''. Ed. 3+PA
Sin Título (Ciencia Ficción), 2010
Infografía sobre tela. 180 x 270 cm. c/u. Ed 3+PA
Sin título (Ciencia Ficción), 2010
Infografía en caja de luz. 29 x 47,5 cm. Ed. 5+PA
Sin título (Serie Monstruos), 2010
Infografía sobre PVC. 105 x 108 cm. Ed. 1+PA
Sin título (Serie Monstruos), 2011
Infografía sobre PVC, 105x115cm, PVC
La primera muestra individual de Marina Nuñez (Palencia, 1966) en nuestra ciudad, constituida por vídeos, infografías sobre tela, dibujos digitales sobre pvc y una caja de luz, sostiene un discurso que reflexiona sobre el posthumanismo-transhumanismo. La constante reinvención de la especie humana, en la antesala de lo que parece ser determinante fin de las civilizaciones y culturas tal y como las hemos conocido hasta el momento, genera una dinámica destrucción-regeneración, sin que, por ahora, halla producido un modelo a perpetuar de individuo y sociedad. Conceptos como multiplicidad y mutación, fruto de los acontecimientos que han precipitado la liquidación del humanismo, se enlazan con las críticas a lo canónico y la perspectiva que de tales transformaciones se ofrece desde el observatorio alerta e implacable, en su posicionamiento social y plástico, en que se ha constituido la mirada de la artista.
La elección del título se justifica por la doble acepción del vocablo, en tanto que puede ser definido como conjunto de datos en torno a algo o alguien y también como lo que carece de forma. En el segundo caso habría que plantearse qué se considera forma, ya que para ello ha de existir una previa concepción, convencional y canónica; presupuestos que Marina Núñez cuestiona en lo visual, aludiendo a configuración y tamaño, con lo que introduce cuestiones de escala. Subyace una crítica al canon físico y a la cruel marginación que sufren aquellos que no “dan la talla” junto al rechazo a la linealidad de pensamiento. De ahí que las figuras deformes o monstruosas, con respecto a lo preestablecido, se nos presenten como iconos de reivindicación de una existencia material y espiritual ajena a lo “políticamente correcto o conveniente”. No obstante, tampoco se nos ofrece como propuesta idónea, ante las dudas que suscita su comportamiento futuro. En definitiva, lo único incuestionable es la necesidad y la bondad del uso de la inteligencia en un sentido crítico y constructivo
Nos encontramos ante un planteamiento, ni a favor ni en contra -un informe- que recoge por un lado la opinión que defiende la ciencia como única salvación y, por otro, la representación del miedo ante el exceso de tecnología: robots, cyborgs, manipulaciones genéticas, mutantes, clones... Avatares del siglo XXI, monstruos tecnológicos creados por el “novísimo Prometeo”, sistemático quebrantador de los derechos de sus semejantes y aniquilador de su entorno natural, entre los que, cada vez más a menudo e intensamente, se produce una relación de hostigamiento mutuo. El monstruo, una de las líneas de trabajo de la artista, por definición es aquel ser “contra natura” por diferir notablemente de los de su especie, causando extrañeza, miedo y rechazo, pero también una curiosidad morbosa. Por tanto, es aquella producción que se opone al orden regular de la naturaleza, relacionada con el desorden del ser y la entropía y con el mal y lo diabólico. Constituyéndose, por otra parte, en prueba y objeto de la fascinación del ser humano por lo abyecto y lo siniestro, lo esquizoide y la regresión animal. El monstruo forma parte del imaginario colectivo, con una presencia universal y diacrónica. La idea de Universo como compendio de ese imaginario nos ha sido transmitida en cuanto que resultado de un proceso de sistematización en medio del caos preexistente. El imaginario colectivo es considerado como el conjunto de imágenes que, a modo de instrumento de clasificación de nuestro entorno, rige la existencia de los individuos en sociedad; por ello, construcción social vinculada al poder político, económico y religioso, pero también a otros grupos capaces de ejercer presión, como “masa crítica”, y, sobre todo, de generar opinión por su capacidad intelectual: los creadores. Marina Núñez ha creado un mundo propio, con su correspondiente lenguaje visual y discursivo, poblado por criaturas y escenarios en los que confluyen la ciencia ficción, la locura y lo monstruoso. Es también un universo en el que lo femenino y corporal goza de carácter preeminente, por lo que, en consecuencia, el cuerpo de la mujer aparece en la mayoría de los casos como soporte de unas necesidades de expresión plástica y como conductor de una narración comprometida con lo social y lo político.
La desorientación del Hombre como especie, que parece no encontrar su sitio, y la pérdida de identidad del individuo son los síntomas de un agotamiento en la credibilidad de que en algún momento fue acreedor. Asistimos, en cualquier caso, al progresivo encumbramiento de un cierto “tecnocentrismo” en detrimento del humanismo que sucedió al teocentrismo medieval. ¿Cabría preguntarse si la ciencia y la tecnología conforman una nueva religión, la religión del posmodernismo? En la década de los ochenta, tras las formulaciones de la condición posmoderna de Lyotard, coincidieron las teorías acerca del fin del arte y del “fin de la historia”, enunciada por Fukuyama a propósito de la disolución de las ideologías en favor de la economía y del advenimiento del pensamiento único –clonación mental- ¿la ciencia y la tecnología actúan como sucedáneos de las ideas? Danto y Betling consideran terminales la pérdida del sentido y propósito seculares del arte, tras la polarización entre la pérdida del sentido espiritual de la forma de las vanguardias y la pérdida del sentido de la forma a partir de los discursos conceptuales. Sin embargo, pese a la aceptación oficial de las proposiciones de ambos, los artistas siguen creando formas plenas de contenido. Tal es la exposición que nos ocupa y toda la obra de Marina Núñez, en la que pesan equitativamente ambos considerandos.
La ciencia y la tecnología, como la religión y la política, y como todo aquello que cae en manos de ciertos grupos, son instrumentos de poder, por lo que deben estar sometidas a un riguroso seguimiento para impedir su empleo incontrolado y abusivo. Ya nos encontramos en la fase de pérdida de intimidad, ante la legitimación, no moral pero si oficial, de la violación indiscriminada e impune de los canales de comunicación interpersonal más extendidos en nuestro tiempo –correos electrónicos, sms o líneas de teléfono-. John Gray, en su crítica al humanismo antropocéntrico manifiesta la profunda disconformidad y decepción que las obras del género humano le inspiran, oponiéndose en el terreno religioso por igual a lo que denomina fundamentalismo secular y ateísmo militante y en el ámbito político a las utopías de izquierdas y derechas, tanto de la primera mitad del siglo pasado como las más recientes de corte neoliberal y ultraconservador, algunas de cuyas expresiones más rotundas se han producido a través del Fondo Monetario Internacional, la “cruzada” de los regímenes y grupos no gubernamentales, terroristas o no, del entorno radical islamista y la guerra contra el terrorismo.
El monstruo es el catalizador de los aspectos más opacos del ser humano, pudiendo considerarse, además, como la respuesta de las sociedades más diversas ante sus carencias y conflictos internos. El hombre, monstruo en si mismo a lo largo de su Historia e intrahistoria, ha creado el fenómeno monstruo ante la necesidad de un contracampo hacia donde dirigir su mirada para que se produzca la libre reflexión frente a la opinión militante. La reflexión debe ser marginal por principio, ya que siempre se centra en lo que el discurso “normal”-convencional sitúa en los márgenes, por considerarlo demasiado obvio o incómodo. Así, el fenómeno monstruo deviene en la reflexión sobre lo monstruoso, a la que sucede la introspección especulativa en la reflexión del propio monstruo, que no es otra que una autorreflexión sobre la naturaleza oculta de los humanos, puesta de manifiesto en aquellas criaturas que a modo de espejo nos devuelven la imagen del propio lado oculto, de la sombra, haciendo posible el conocimiento de nuestro ser completo y complejo.
IH
© 2011 Isabel Hurley