“A mí lo que me gusta son las mujeres que nadan contracorriente”

Hubo momentos entrañables en la puesta en sala de la perfomance Womanhouse de la artista Verónica R. Frías en la Galería Isabel Hurley. Mucho había cambiado la mirada de Yria, su hija menor, que en 2017 siendo muy niña, sorprendió a su madre grabando el primer esbozo de este trabajo en su casa. De aquél cómico “mamá por qué te pones eso en la cabeza”, pasamos aquí al “mamá, ¿puedo ayudarte?”, que recrea la situación, no tan lejana en el tiempo, de la toma de conciencia del poder de creación de las mujeres; el encuentro del tema y la articulación del discurso que solamente concierne a sus experiencias y a sus vidas.

A nadie pasará desapercibida la referencia del título de esta perfomance al ya legendario CalArts, primer programa de arte feminista, diseñado por la creadora norteamericana Judy Chicago en la Universidad de Fresno en 1971. Un curso en el que, entre estudiantes y maestras, se construye una pedagogía inclusiva mediante un sistema de encuentros circulares, en los que se da la palabra a las futuras artistas. Mudas por la negación e invisibilidad de sus propias vidas y experiencias, y la de sus predecesoras que, sin embargo, ya han empezado a reivindicar a sus viejas maestras, y a gritar por ellas misma contra museos e historiadores, en las calles de los principales centros urbanos occidentales.

Ruth Frías, es una artista que desde el principio de su carrear ha trabajado sobre los escenarios subjetivos, sobre los creados por el sistema del arte y por los y las artistas en su práctica, haciendo hincapié en los discursos que las han promocionado social y discursivamente. En Womanhouse, Ruth Frías se sitúa frente a los asistentes sentada detrás de una mesa sobre la que hay una serie de libros. En las primeras versiones de esta acción, los libros eran los de historia del arte, de los que estaban ausentes las artistas mujeres. En esta versión en proceso, los libros son de artistas o teóricas que han construido un espacio discursivo propio o para otras creadoras. Bien mediante la celebración de sus logros, bien desde la crítica con las situaciones, aún hoy existentes, de exclusión intencionada. Una puesta en escena épica, donde otras artistas y las hijas de Frías leyeron en voz alta, confundidas entre los asistentes, fragmentos de diferentes textos relacionados con esta idea de partida. Como una directora de orquesta, Frías iba secuenciando las lecturas, que se repetían y, en ocasiones, se superponían entre sí, destacando con énfasis algunas palabras o afirmaciones que resonaban, al repetirlas la perfomer, redoblando su significado en ese momento.

El efecto revelador de colaborar en esta acción, estriba en que la artista se valga de ciertas situaciones sociales para crear un acontecimiento políticamente comprometido que, por un cierto espacio de tiempo, no solo borra la línea entre arte y vida (Bishop, 2006), sino que supone aquí la oportunidad de pensar juntos la situación de las creadoras en un contexto específico, en este caso el de la exposición de dos artistas mujeres, Pepa Caballero (Málaga 1943-2012) y Cybèle Varela (Brasil, 1943), que todavía esperan, especialmente en el caso de la primera, el merecido reconocimiento a una obra y una trayectoria impecable y prolífica. Mientras estas ideas atraviesan a los y las espectadoras allí presentes, Verónica Ruth Frías va poniéndose los libros alrededor de su cabeza, sujetándolos con papel film transparente. Su hija menor la ayuda a construir esta especie de casco que, a modo de marco, la convierte en el retrato de la perplejidad, la furia, la impotencia y finalmente el empoderamiento al grito de “a mí lo que me gusta son las mujeres que nadan contracorriente”. No vamos a obviar el sesgo de comicidad de esta performance; los libros que usa Frías en esta ocasión son la oportunidad de revertir una situación de forma catártica. Ese día hablamos, pensamos y nos reímos. Al finalizar, el hombre que estaba sentado a mi lado se volvió y me dijo que le había afectado mucho.

Isabel Garnelo Díez

Ruth Frías, es una artista que desde el principio de su carrear ha trabajado sobre los escenarios subjetivos, sobre los creados por el sistema del arte y por los y las artistas en su práctica, haciendo hincapié en los discursos que las han promocionado social y discursivamente. En Womanhouse, Ruth Frías se sitúa frente a los asistentes sentada detrás de una mesa sobre la que hay una serie de libros. En las primeras versiones de esta acción, los libros eran los de historia del arte, de los que estaban ausentes las artistas mujeres. En esta versión en proceso, los libros son de artistas o teóricas que han construido un espacio discursivo propio o para otras creadoras. Bien mediante la celebración de sus logros, bien desde la crítica con las situaciones, aún hoy existentes, de exclusión intencionada. Una puesta en escena épica, donde otras artistas y las hijas de Frías leyeron en voz alta, confundidas entre los asistentes, fragmentos de diferentes textos relacionados con esta idea de partida. Como una directora de orquesta, Frías iba secuenciando las lecturas, que se repetían y, en ocasiones, se superponían entre sí, destacando con énfasis algunas palabras o afirmaciones que resonaban, al repetirlas la perfomer, redoblando su significado en ese momento.

El efecto revelador de colaborar en esta acción, estriba en que la artista se valga de ciertas situaciones sociales para crear un acontecimiento políticamente comprometido que, por un cierto espacio de tiempo, no solo borra la línea entre arte y vida (Bishop, 2006), sino que supone aquí la oportunidad de pensar juntos la situación de las creadoras en un contexto específico, en este caso el de la exposición de dos artistas mujeres, Pepa Caballero (Málaga 1943-2012) y Cybèle Varela (Brasil, 1943), que todavía esperan, especialmente en el caso de la primera, el merecido reconocimiento a una obra y una trayectoria impecable y prolífica. Mientras estas ideas atraviesan a los y las espectadoras allí presentes, Verónica Ruth Frías va poniéndose los libros alrededor de su cabeza, sujetándolos con papel film transparente. Su hija menor la ayuda a construir esta especie de casco que, a modo de marco, la convierte en el retrato de la perplejidad, la furia, la impotencia y finalmente el empoderamiento al grito de “a mí lo que me gusta son las mujeres que nadan contracorriente”. No vamos a obviar el sesgo de comicidad de esta performance; los libros que usa Frías en esta ocasión son la oportunidad de revertir una situación de forma catártica. Ese día hablamos, pensamos y nos reímos. Al finalizar, el hombre que estaba sentado a mi lado se volvió y me dijo que le había afectado mucho.

Isabel Garnelo Díez

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