a/dentro
Con su segunda exposición en la galería, Luis Amavisca (Santander, 1976) dice regresar a los orígenes de su formación como artista plástico de la Escuela de los Sentidos. Orígenes de su vida adulta, que comienza simbólicamente con el significado del dolor y del amor. Sin embargo, es más bien una revisitación, en la que fotografía y vídeo dejan paso a unas piezas que tienen más que ver con el minimalismo y lo conceptual a causa del formato escogido: la limpia herida en el acero y la palabra. Un proyecto en el que cada pieza nos sitúa en el interior de la exposición; en el interior del espacio (de la obra y de la galería); el interior del artista y el interior del espectador.
No es nuevo el empleo del objeto en su obra. Objetos con una utilidad insinuada en sus títulos –Lámparas de plegaria, Mobiliario de inocencia o Módulos de Katharsis-, en los que la fotografía y el vídeo tenían gran relevancia y que en esta ocasión se limitan a ser portadores de caracteres abiertos en su superficie, conformando una palabra. El medio de comunicación es el lenguaje pero el soporte, sencillo y rotundo, enfatiza el sentido y propósito del mensaje, que ahora aparece en su esencia, como fin de un proceso depurativo iniciado anteriormente. El acero, material industrial, recibe la palabra a modo de herida en su cuerpo, como podría haberla recibido el paramento si posibilitara igual resultado y portabilidad; en su defecto, los paralelepípedos acerados parecen la alternativa óptima. El artista manifiesta su adhesión al método vitrubiano para, basándose en los tres supuestos que el teórico romano consideró esenciales en la fábrica de arquitectura: resistencia, utilidad y belleza, la palabra encarne un formato de bulto, con cierto talante arquitectónico, dado el espacio interior que se crea. De este modo, las piezas acaban cobrando un claro carácter escultórico, con intencionalidad delatada por el resalte de las piezas y por el corte a láser de las letras, que, para mayor abundamiento, se muestran en negativo y positivo. La geometría estructura el enunciado de proposiciones que convierten en orden el caos emocional y lo libera de cualquier impronta personalista que obstaculice la universalización de sus significados. La asociación de lo geométrico con el sistema vincula este trabajo a la poética de Sol Lewitt, que, al igual que Mondrian, Albers y algunos artistas latinoamericanos, confió en ella, arropada por la policromía, como Donald Judd, en tanto que disciplina racionalizadora del universo. Con Art and Languaje, Robert Barry, o Kosuth, le une el equiparar la palabra a cualquier otro elemento de expresión plástica.
Tras una primera fase, con las múltiples derivas seguidas por los conceptuales, la flexibilidad es tal que se hace imposible una clara clasificación; sin embargo, las concesiones a la estética son escasas, limitándose al uso del color o a la manera de disponer las palabras y poco más, al menos, en lo que se refiere a los que apoyan su discurso en la lengua –Lawrence Weiner, v.g.- . Luis Amavisca reduce a mínimos ambos recursos; la disposición sugerida es lineal y simple y el soporte se presenta desnudo o en rojo. Se permite otras licencias como el matiz poético de las frases sugeridas, acentuado por la reiteración de algunas palabras para imprimir ritmo y enfatizar en la efectividad de cada una por separado y no solo dentro de un conjunto, sea cual sea la agrupación. Su propuesta no incide en el jeroglífico, al modo de Brossa, sino en la ambivalencia de significados y significantes. Así, el rojo simboliza la pasión, pero también es el color de la sangre, evocadora de dolor y tragedia; Me dijiste que me querías: ¿me sigues queriendo o ya no me quieres? ¿ Era cierto o me engañaste ya entonces?; Igual eficacia de una misma palabra en dos idiomas diferentes –adentro/inside-, al modo de Weiner; Metal con la palabra metal –superposición de niveles de representación, como Joseph Kosuth-; Paralelismo entre el cuerpo del artista con la fiisicidad de la obra, los dos heridos, y con el propio espacio de la galería, en ambos casos con metal en su interior; Empleo polisémico del material, metal: materia con la que se hiere, se corta, se daña y se mata, pero también se cose, se repara, se restituye, se sana… Por tanto, dos niveles, el físico y el espiritual, plenamente identificados. El artista, sin ambages, nos impele a la adopción de una actitud activa, de implicación a la hora de percibir la obra, para, como indica Kosuth, hacer del arte un detonante del análisis, del ejercicio intelectual, con su inseparable componente lúdico.
En A/dentro, Luis Amavisca, establece un equilibrio aristotélico entre lo racional y lo sensorial, sin renuncia a su empatía con la mayor apertura en los resortes de respuesta a estímulos y de entrega de lo femenino. Es éste un proyecto sobrio, contenido mesurado en lo formal, de impecable rigor técnico, contrapeso a la emoción desplegada –recordemos conceptuales como Fina Miralles, Ana Mendieta, Bas Jan Ader o toda aquella obra inscrita en el Body Art y el performance-. En un acto de profunda generosidad, por lo que hay de autobiográfico, nos ofrece una representación del sentimiento al límite, desnudo y con toda su crudeza, pero también portadora de la inmensa belleza de la sinceridad, de la verdad. Es, además, un acto de valentía, de rebelión, no en el terreno político –distanciándose de una de las corrientes mas frecuentadas en el conceptual español: Muntadas, Abad o Pedro G Romero-, aunque si contra lo políticamente correcto, contra los dictados del pudor que constriñen nuestras manifestaciones; de reafirmación tajante de su realidad como persona condicionada por unas circunstancias físicas y sentimentales que quiere expresar abiertamente con este silencioso grito de dolor.
IH
Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.
El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.
En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.
Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.
Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.
Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.
Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.
Juan Francisco Rueda
Comisario