20 de noviembre de 2014 – 17 de enero de 2015

CASA, BÚNKER, RUINA es la historia de cómo se procesan las formas e ideas dentro de una conciencia en cuarentena, o cómo muta la interpretación de la realidad cuando el orden de las cosas se trastoca.
Este cambio drástico es, en este caso, un desastre nuclear. La conciencia en cuarentena es el búnker, y las imágenes e ideas que mutan y cambian están representadas por una colección de arte contemporáneo, copiada de manera precaria para posteriormente proceder a su destrucción preservando, al menos, imágenes de las piezas que la componen. El hongo es la forma que manifiesta una explosión atómica. También hongos aparecen sobre la materia orgánica en descomposición o excrementos. El hongo es el síntoma de un fin, de una nueva forma de vida que crece sobre aquello que ha completado un ciclo: espacios, organizaciones, instituciones, sistemas…
Esta idea se desarrolla en tres estadios:
– Para solucionar los problemas que una realidad en crisis nos plantea, hemos de reconfigurar y adaptar los productos de la cultura a nuestras necesidades. Esto es, hacer ready-mades con los objetos culturales, no para hacer de ellos una (otra) obra de arte, sino un utensilio válido para afrontar los retos que plantea la supervivencia.
– Esa transformación se realizará en un estado de la conciencia muy especial: una especie de cuarentena, un aislamiento que sirva para digerir. En este estómago-cráneo-búnker (una especie de máquina del tiempo), una serie de objetos artísticos son transformados del mismo modo que un pastel se convierte en excremento tras pasar por nuestro aparato digestivo. El mundo se transforma radicalmente mientras se habita un búnker. Y el búnker, a su vez, transforma radicalmente a los que lo habitan y a sus conciencias, cambia su forma de percibir e interpretar el mundo.
– En el lapso de tiempo que se habita un búnker, ya sea una noche, 40 noches o mil años, todo cambia. El mundo ha cambiado y la información y la cultura han sido sepultados, los objetos se han transformado en vestigios que necesitan ser explicados. De esta forma, los restos y residuos son reconducidos a una nueva narración.
Los dibujos encontrados por los niños en la pared son los vestigios de una breve y condicionada historia del arte contemporáneo. Breve y condicionada porque está basada en las piezas adquiridas por unos hipotéticos coleccionistas de arte contemporáneo. Su selección responde a sus gustos, la fluctuación del mercado, la influencia de los galeristas sobre sus decisiones, su conocimiento condicionado de las obras y artistas disponibles… Es decir, de un tipo de azar.
Esas formas, separadas de toda la información cultural que las justifique, son interpretadas por un habitante del escenario post-apocalíptico en clave antropológica muy distinta: la mitología huichol. De este modo, las reproducciones de las obras de Jeff Koons, Albert Oehlen o Alighero Boetti se interpretan como representaciones huicholes de realidades como el venado, el peyote o las águilas. La destrucción de información que se produce mientras duran la catástrofe y la cuarentena es tal que se hace necesario reescribir la historia de cuanto nos rodea. Esta urgencia deviene en explícita con la narración del abuelo, que necesita justificar de cualquier manera la presencia de estas manifestaciones plásticas en semejante lugar ruinoso.
En este escenario, uno de los objetos más débiles sería el vídeo. Una catástrofe magnética acabaría con las imágenes de vídeo, la información digital, todo aquello conservado en cintas o discos duros. Es por ello que propongo una traducción a formatos analógicos, físicos y primitivos de las ideas contenidas en algunas de las piezas digitales y analógicas más emblemáticas del siglo XX y XXI.
Entre las obras de la exposición encontramos unos dibujos sobre la pared realizados el día de la inauguración por los coleccionistas Fátima Cortés Leote y Benji Escobar Gari. Esos dibujos son las reproducciones de dos de las obras que componen la colección de cada uno. Estos vestigios permanecerán en la galería bajo múltiples capas de pintura blsanca que se sucederán exposición tras exposición.
Daniel Silvo (Cádiz, 1982) define su aproximación al arte como una suerte de pista de pruebas donde experimentar con ideas contradictorias y experiencias extremas.
Se doctoró en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. Gracias a diversas becas de residencia e investigación se ha formado en Berlín (Universität der Künste), Aix-en-Provence (Pépinières européennes pour jeunes artistes), Bilbao, Madrid, Cuba, Utrecht (IMPAKT Foundation) y San Luis Potosí (México) (EMARE, en el Centro de Arte y Nuevas Tecnologías). Ha participado en exposiciones colectivas en centros internacionales como el Museo Reina Sofía de Madrid, la Fondation Cartier Paris, Laznia Centre de Gdansk, Matadero y Tabacalera en Madrid, entre muchas otras; y ha expuesto de forma individual en las galerías Isabel Hurley, Marta Cervera, Centro Cultural de España en México DF o la École Súperieure d’Art d’Aix-en-Provence. Asimismo, ha participado en interesantes proyectos en centros experimentales del interés de Flora ars+natura, de Bogotá, y la Galería del Comercio en Méjico DF.
Recientemente la Fundación BBVA le ha concedido una beca para la producción del vídeo Viento y polvo, algunos de cuyos dibujos preparatorios se presentan en primicia en esta exposición. La comisión ha valorado su original enfoque de la compleja situación fronteriza entre Estados Unidos y México, a la vez que revisión del Land Art. Un proyecto que combina la creación artística y el comisariado en una road movie.
Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.
El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.
En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.
Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.
Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.
Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.
Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.
Juan Francisco Rueda
Comisario
Vistas de la Exposición







Obras










