
Si en “Del alma herida” –Dedicatorias- miraba hacia el lado excluido del alma humana, en “Otros páramos”, proyecto al que pertenecen las obras de esta exposición, son aquellos caídos en las regiones más profundas del olvido, en la miseria cultural y social quienes acaparan la atención de Paloma Navares (Burgos, 1947) y sobre los que la artista reclama una serena y honesta reflexión por parte del espectador. Aunque plásticamente no se produce una ruptura, ya que continúa el lenguaje desarrollado en los últimos años, se adentra de forma especial en la práctica del collage como nueva vía en el tratamiento de los ready made. Con la superposición de distintos tipos de papel –blonda, calco, satinado, etc..-, mezclados con sus dibujos y textos y con otros elementos plásticos, textiles o metálicos, busca la inmaterialidad y el ocultamiento de la información que contienen las imágenes, extraídas de internet, libros o revistas. Tanto estos collages como los dibujos-escultura y las esculturas fotográficas y vídeos de la exposición pertenecen a diferentes historias que se corresponden con diferentes áreas geográficas o culturales o episodios en que se han visto vulnerados más flagrantemente los derechos de los más débiles, casi siempre las mujeres y los niños, trazando un mapa histórico, político y geográfico del silencio y el ocultamiento, que conforman, en sus palabras, “los ready-made invisibles de la realidad más dolorosa”. Desafortunadamente cada día conocemos sucesos que demuestran lo lejano del fin de esta lacra que afecta, en mayor o menos medida, con mayores o menores agravantes, las más diversas regiones del planeta, desde la violencia contra las mujeres en el seno de sus hogares a la brutal práctica de las sentencias a muerte por lapidación en juicios sumarios que no cumplen los mínimos requisitos de seguridad jurídica.
El título, alude explícitamente a la íntima relación de la mujer con la luna desde las culturas precristianas, simbólica e iconográficamente, en las manifestaciones más diversas, desde lo mágico-religioso a lo fisiológico-psicológico. Las nueve lunas son una alegoría de los nueve meses de gestación en el vientre femenino y, por tanto, del periodo en que madre e hijo viven la más intensa unión; entendida la maternidad como la función vital suprema vinculada a la condición de mujer, ya que de ella depende la supervivencia de la especie. En las culturas antiguas, en general, y de forma constante, la Luna, elemento constante en su obra, a modo casi de firma, ha representado simbólicamente a la Gran Diosa Madre Gestadora, y por tanto también su vínculo con la figura de la mujer es estrecho. En las distintas mitologías del pasado representa la «Materia Primordial» expresada simbólicamente en las figuras del mar o el agua, que alude a la «Matriz Generadora» de aquel primer instante de la Creación de donde posteriormente surgirá el Universo. La íntima conexión entre el rito de fertilidad femenino y la Luna abarcaba el proceso de gestación y del parto. En el transcurso de cada ciclo completo –una luna, con sus cuatro fases – se producirían cambios de energía que afectan tanto a la vida física como a las esferas psíquica y espiritual femeninas.
La casa hace referencia al espacio físico –la galería- que acoge la exposición, y a la exposición misma, con los episodios y personajes a los que pretende rescatar de su situación o, al menos, ofrecer un refugio, también en lo intelectual y plástico donde recuperar su dignidad y reclamar los derechos que como seres humanos les corresponden. La casa es la preocupación fundamental de la arquitectura, según Luis Barragán :“…arte-práctico que consiste en una armonía de elementos que, produciendo poesía, delimitan los espacios donde reina el espíritu” y en ella se persigue la expresión de dicho espíritu. En su búsqueda de la verdad, el hombre ha encontrado en la casa un aliado para narrar dicha aspiración. Ha sido su espacio material protector frente a las amenazas de todo tipo del exterior, preservando su intimidad y su integridad espiritual, ya que en la trayectoria vital de los individuos es un imperativo la posibilidad de cultivar ese espíritu individual en solitario, imprescindible para descifrar algo del “misterio que lo envuelve” y conseguir la armonía consigo mismo y con los demás. La casa, instrumento que expresa la belleza y la tensión de la realidad dual cuerpo-espíritu del hombre, concebida en estos términos, contribuiría a una vida más digna y humana, tal como explica en el prólogo a su libro La casa arte- práctico como espacio simbólico pedagógico. Reflexiones en la obra de Luis Barragán, Martín F. Gallegos Medina.
Por otra parte, la casa es el espacio por antonomasia de lo femenino, en muchas ocasiones de su reclusión no siempre voluntaria; en consecuencia, espacio marginal donde se escenifica la exclusión de la mujer y su alejamiento de los lugares de poder, como resultado de las divisiones espaciales trazadas históricamente, según el modelo de relaciones de oposición binaria en función del género. Análisis de José Miguel G. Cortés ratificando la afirmación de Foucault acerca de cómo lo pequeño, lo cotidiano, lo “poco importante”, queda oculto bajo los grandes temas y los trascendentales discursos políticos, que se olvidan de las estructuras y las normas que organizan y rigen la vida diaria. Esta es la concepción de casa que Federico García Lorca reflejó en el claustrofóbico ambiente de La casa de Bernarda Alba, donde la muerte de un hombre convierte a su mujer e hijas en prisioneras de las cuatro paredes de su hogar, víctimas de una sociedad machista y cruel, preservada por las propias mujeres que atrapadas en la red son incapaces de romper sus hilos.
Artista multidisciplinar y multimedia, de imposible encasillamiento en su búsqueda del arte total, para lo que se vale fundamentalmente de la fotografía y el video. Sin embargo, como resultado de la investigación constante de nuevos vehículos de expresión, libera a la fotografía fija del estatismo y de su dependencia del papel, confiriéndole el carácter de objeto artístico, lo que da paso a las instalaciones fotográficas y las fotoesculturas, que hibrida con objetos de naturaleza doméstica, hospitalaria o industrial y, asímismo, las videoinstalaciones y video esculturas. El diálogo entre pasado y presente y la interiorización y exteriorización de experiencias nutren un discurso poliédrico en el que la perspectiva si no feminista femenina es crucial, como lo es su extraordinaria sensibilidad para no detenerse en lo morboso de las situaciones de extrema dureza que denuncia en su trabajo, transmitiendo información y planteando su postura sin que resulte hiriente.
Terminamos con un párrafo escrito por María de Zayas y Sotomayor (Madrid, 1590-1661) en La perseguida triunfante. Primera novelista española, epígono cervantino, con ilustres y beligerantes predecesoras como Sor Juana Inés de la Cruz y Teresa de Jesús, denuncia así la situación de marginalidad sufrida por las mujeres españolas de su tiempo: “…porque si esta materia de que nos componemos los hombres y las mujeres, ya sea una trabazón de fuego y barro o ya una masa de espíritus y terrones, no tiene más nobleza en ellos que en nosotras, si es una misma la sangre, los sentidos, las potencias y los órganos por donde obran sus efectos son unos mismos, la misma alma que ellos, porque las almas ni son hombres ni son mujeres ¿qué razón hay para que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos serlo? Esto no tiene, a mi parecer, más respuesta que su impiedad o tiranía en encerrarnos y no darnos maestros; y así la verdadera causa de no ser las mujeres doctas no es defecto de caudal, sino falta de aplicación, porque en nuestra crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan aptas para los puestos y las cátedras como los hombres”.
Los viajeros románticos eligen otro viaje. Es un viaje hacia la Naturaleza que se abre como horizonte infinito a la mirada de los nuevos viajeros. Parten de una nueva Naturphilosophie que los filósofos de Tübingen y Jena piensan en la transición del siglo. Es el contexto en el que Novalis, Kleist y el mismo Hölderlin, piensan. Frente a la armonía y equilibrio clásicos que Winckelmann defendiera en sus Gedanken, aparece ahora un mundo de sombras que recorren por igual el mundo natural como el de los sentimientos, ese mundo interior que las artes interpretan, música y poesía, literatura y pintura. Y lo que al principio parecía ser una fuga del orden clásico, se impone como el momento en el que nace una nueva modernidad. Cuando Caspar David Friedrich en 1818 pinta Der Wanderer über dem Nebelmeer, ‘El paseante sobre el mar de nubes’, ya expresa esa nueva Sehnsucht que orienta no sólo el sentimiento sino la mirada de un arte que construye su visión que repiensa el lugar del hombre en el mundo. Atenta siempre a esa época y orientando su trabajo en diálogo con momentos principales de la tradición romántica, M. Ángeles Díaz Barbado, se cita ahora con una de las obras más sublimes de ese tiempo, como es el Winterreise de Franz Schubert, ciclo de Lieder sobre poemas de Wilhelm Müller. Sin duda se encuentra ante un momento decisivo. Schubert los escribe en los meses anteriores a su muerte, ocurrida en Wien en 1828 con sólo treinta y un años. La emoción, perplejidad de quienes escucharon por primera vez estos Lieder anunciaba la perfección absoluta de quien en su breve vida había sido el autor de composiciones memorables. Ahora, ante las puertas de su final su música desafiaba el tiempo citando al silencio a formar parte de esa música. El recuerdo del Adagio del Streichquintett, su tiempo lento premoniza ya esta música final. Se trata de un silencio que se identifica con el silencio de la Naturaleza, interpretándolo. Es así como partiendo del cuarto Lied, Erstarrung, ‘Congelamiento’, se componen estas silenciosas Variaciones sobre un tema único, los helechos del bosque. Aquí todo coincide, el bosque como metáfora privilegiada del mundo natural, el silencio que recorre el espacio de la noche y la sombra, el aparecer misterioso de los helechos plateados que tapizan la tierra, ellos los guardianes silenciosos de la Erde, de la tierra, como escribiera Kleist. Y todo compuesto desde otro silencio, el de la escritura. M. Ángeles Díaz Barbado vuelve a darnos una lección de su poética radical. Sobre el papel negro el dibujo suspendido en blancos y platas que acentúan el tono del invierno. Ella, tan próxima siempre a Thomas Bernhard, comparte con él el sentimiento de su Frost, ‘Helada’, aquel tiempo que abraza el mundo en su silencio y espera. Una forma de amor a la Tierra protegida ahora por los helechos guardianes.
Quiero besar el suelo,
traspasando el hielo y la nieve
con mis ardientes lágrimas,
hasta que vea la tierra.
WILHELM MÜLLER. Congelamiento
FRANZ SCHUBERT. Winterreise
Cerca del final de su corta vida, Franz Schubert compuso Winterreise, un ciclo integrado por veinticuatro canciones para voz y piano inspiradas en poemas de Wilhelm Müller. La obra se crea en un contexto en el que el frío, el hielo, están dotados de un poder misterioso y fascinante que en este caso se identifica con un sentimiento de pérdida, con un estado del alma. A lo largo de los Lieder está contenida la pregunta por el lugar del hombre en la naturaleza: ¿es parte de ella, o está condenado a ser un eterno forastero, un eterno caminante que no encuentra su lugar en la tierra? Hasta que vea la tierra evoca un sentimiento ambiguo generado por un deseo de identificación con la naturaleza a la vez que por una búsqueda que se presiente infinita. El helecho prefiere la sombra, la humedad, el frío, la cercanía a la tierra. Con sus hojas protege el interior, la oscuridad, el fondo. Sugiere un caminar lento que permite la observación detenida, minuciosa. En su estructura conviven la repetición y la irregularidad; lo vivo y lo inanimado se unen en un movimiento envolvente, lento, frío, penetrante.
M. Ángeles Díaz Barbado
Obras

















