A los que no creen más que en su propia verdad, aunque la verdad siempre está en otra parte.
“El hombre venera lo sobrehumano y ha organizado su vida de acuerdo con lo sobrehumano. No sabe ya que fue él mismo, el que colocó esas estrellas en el cielo. El hombre venera también la tradición. Ha olvidado que su vida es un experimento”. Nietzsche.
Desde sus orígenes el hombre ha demostrado conciencia de su necesidad espiritual. El proyecto Dios se ríe en las alturas, es un discurso delirante y proteico sobre los sincretismos religiosos (conciliación de puntos de vista distintos e incluso opuestos y mezcla de elementos de varias religiones) y las iconotropías (apropiación y relectura de los símbolos de unas religiones más antiguas por otras) de la Era Post Pop.
Este proyecto se aleja de la superficie formalista de toda religión para presentarnos sus derivas más heterodoxas transitando por unas vías que coquetean con el surrealismo y el esperpento.
Dios se ríe en las alturas trata sobre la delgada línea entre admirar mucho a alguien o fanatizarse, el variopinto supermercado espiritual de Occidente, el universo demencial de los gurús de las sectas y los ídolos pop, las teorías de la conspiración y lo esotérico, los diosecillos de la Era Pop, la interesante mezcla de religión y fiesta…
Sus piezas de videoarte apropiacionista están protagonizadas por falsos gurús, telepredicadores y dictadores que se comportan como estrellas de rock o showmen, las apariciones marianas, los nazis y el fenómeno ovni, la Semana Santa cristiana y la cultura pop…
Estas videoacreaciones experimentales plantean la posibilidad de especular con cierta ironía y humor, aportando otras visiones en torno a los fanatismos de aquellos que viven de explotar la desesperada credulidad ajena.
Dios se ríe en las alturas es un collage polisémico intercultural que apela a las diferentes sensibilidades y bagajes vitales de los espectadores, para percibir las imágenes y reivindicarlas como contexto creativo y poético. Cada obra intenta contribuir a crear un movimiento de rebelión especulativa que subvierta y reinyecte el material audiovisual con múltiples significados críticos.
Para finalizar, la sabiduría popular de la serie los Simpson, donde Lisa Simpson realiza la siguiente reflexión sobre el alma: «El alma va más allá de la religión que profeses, está formada por todo lo bueno que hay en ti.»
Y como advertía Simón del Desierto: “No te dejes arder en el fuego de una contemplación vana”.
Los viajeros románticos eligen otro viaje. Es un viaje hacia la Naturaleza que se abre como horizonte infinito a la mirada de los nuevos viajeros. Parten de una nueva Naturphilosophie que los filósofos de Tübingen y Jena piensan en la transición del siglo. Es el contexto en el que Novalis, Kleist y el mismo Hölderlin, piensan. Frente a la armonía y equilibrio clásicos que Winckelmann defendiera en sus Gedanken, aparece ahora un mundo de sombras que recorren por igual el mundo natural como el de los sentimientos, ese mundo interior que las artes interpretan, música y poesía, literatura y pintura. Y lo que al principio parecía ser una fuga del orden clásico, se impone como el momento en el que nace una nueva modernidad. Cuando Caspar David Friedrich en 1818 pinta Der Wanderer über dem Nebelmeer, ‘El paseante sobre el mar de nubes’, ya expresa esa nueva Sehnsucht que orienta no sólo el sentimiento sino la mirada de un arte que construye su visión que repiensa el lugar del hombre en el mundo. Atenta siempre a esa época y orientando su trabajo en diálogo con momentos principales de la tradición romántica, M. Ángeles Díaz Barbado, se cita ahora con una de las obras más sublimes de ese tiempo, como es el Winterreise de Franz Schubert, ciclo de Lieder sobre poemas de Wilhelm Müller. Sin duda se encuentra ante un momento decisivo. Schubert los escribe en los meses anteriores a su muerte, ocurrida en Wien en 1828 con sólo treinta y un años. La emoción, perplejidad de quienes escucharon por primera vez estos Lieder anunciaba la perfección absoluta de quien en su breve vida había sido el autor de composiciones memorables. Ahora, ante las puertas de su final su música desafiaba el tiempo citando al silencio a formar parte de esa música. El recuerdo del Adagio del Streichquintett, su tiempo lento premoniza ya esta música final. Se trata de un silencio que se identifica con el silencio de la Naturaleza, interpretándolo. Es así como partiendo del cuarto Lied, Erstarrung, ‘Congelamiento’, se componen estas silenciosas Variaciones sobre un tema único, los helechos del bosque. Aquí todo coincide, el bosque como metáfora privilegiada del mundo natural, el silencio que recorre el espacio de la noche y la sombra, el aparecer misterioso de los helechos plateados que tapizan la tierra, ellos los guardianes silenciosos de la Erde, de la tierra, como escribiera Kleist. Y todo compuesto desde otro silencio, el de la escritura. M. Ángeles Díaz Barbado vuelve a darnos una lección de su poética radical. Sobre el papel negro el dibujo suspendido en blancos y platas que acentúan el tono del invierno. Ella, tan próxima siempre a Thomas Bernhard, comparte con él el sentimiento de su Frost, ‘Helada’, aquel tiempo que abraza el mundo en su silencio y espera. Una forma de amor a la Tierra protegida ahora por los helechos guardianes.
Quiero besar el suelo,
traspasando el hielo y la nieve
con mis ardientes lágrimas,
hasta que vea la tierra.
WILHELM MÜLLER. Congelamiento
FRANZ SCHUBERT. Winterreise
Cerca del final de su corta vida, Franz Schubert compuso Winterreise, un ciclo integrado por veinticuatro canciones para voz y piano inspiradas en poemas de Wilhelm Müller. La obra se crea en un contexto en el que el frío, el hielo, están dotados de un poder misterioso y fascinante que en este caso se identifica con un sentimiento de pérdida, con un estado del alma. A lo largo de los Lieder está contenida la pregunta por el lugar del hombre en la naturaleza: ¿es parte de ella, o está condenado a ser un eterno forastero, un eterno caminante que no encuentra su lugar en la tierra? Hasta que vea la tierra evoca un sentimiento ambiguo generado por un deseo de identificación con la naturaleza a la vez que por una búsqueda que se presiente infinita. El helecho prefiere la sombra, la humedad, el frío, la cercanía a la tierra. Con sus hojas protege el interior, la oscuridad, el fondo. Sugiere un caminar lento que permite la observación detenida, minuciosa. En su estructura conviven la repetición y la irregularidad; lo vivo y lo inanimado se unen en un movimiento envolvente, lento, frío, penetrante.
M. Ángeles Díaz Barbado