Encuentros con uno mismo
Ana de Alvear

05 noviembre – 11 diciembre, 2010

Encuentros con uno mismo es la primera exposición monográfica de videoarte de la galería. La artista Ana de Alvear nos sugiere un recorrido a modo de viaje iniciático en el que cada vídeo marca un hito en el autoconocimiento, empezando por la ínfima estructura que todo elemento de la escena universal comparte, hasta el descubrimiento de las capacidades más o menos latentes que nos estimula a desarrollar como única actitud responsable ante el propio individuo y su entorno.

Ana de Alvear (Madrid, 1962) desarrolla un trabajo centrado en el videoarte, con obras en las que se produce un diálogo que transforma la percepción física y espiritual del espectador, cuestionando sus sentimientos al separar los elementos de la realidad a la que pertenecen para cambiar su sentido esencial. Ajustándose específicamente a cada espacio en sus instalaciones interactivas multimedia, la experimentación con nuevos materiales, soportes y medios, juega un papel fundamental en sus creaciones, considerándolo parte de ese diálogo. Con trabajos expuestos en las galerías de arte y museos más importantes del mundo, desde 1997 colabora con su hermana y compositora contemporánea María de Alvear, por lo que parte de su obra está relacionada con producciones de música de vanguardia en una labor pionera conciertos multidisciplinares. En 2006 fundó VIVA (Vital Internacional Video Art) concebido como un espacio de encuentro itinerante, donde artistas internacionales pueden hallar un punto de reunión para su discurso intelectual, creando una red expositiva internacional en colaboración con comisarios, galerías, instituciones, fundaciones y colecciones privadas.

Centra la exposición la pieza Beyond us (42´04´´), concebida como videoinstalación multimedia en tres canales, con música de Eduardo Polonio (Madrid, 1941), pionero de la música electroacústica en España, que se presentó en junio pasado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. El vídeo, dedicado por la artista a su abuela, está construido con fotografías tomadas por Ana de Alvear desde 1985 a 1998, haciendo ver, como explica la autora “que existe algo más allá de nosotros, en lo que estamos inmersos y de lo que formamos parte”.

Eduardo Polonio (Madrid, 1941). En 1968 obtiene el título de Profesor de Composición en el Real Conservatorio de Música de Madrid. Amplía estudios en Alemania y Bélgica, becado por la Fundación Juan March. Como compositor e intérprete forma parte del grupo Koan en su primera etapa (1967-70). A partir de 1967 trabaja en el Laboratorio Alea de Madrid y entre 1970 y 1972 es integrante del grupo Alea Música Electrónica Libre, primera formación española de música electroacústica en directo. En 1976 traslada su residencia a Barcelona y se vincula al Laboratorio Phonos de dicha ciudad. Es cofundador de la Asociación de Música Electroacústica de España, de la que ha sido presidente entre 1988 y 1994. En 1996 traslada su residencia a Huelva, donde funda Creación Musical y Nuevas Tecnologías. Entre 2000 y 2006 dirige el ciclo “Confluencias, arte y tecnología al borde del milenio”, que se celebra en Huelva auspiciado por la Junta de Andalucía. Desde 2006 dirige, junto con la Universidad de Sevilla, el Congreso Internacional de Música y Tecnologías Contemporáneas. Polonio ha colaborado en diversos proyectos multimedia con artistas plásticos y visuales, como Eduardo Magliano, Ferrán García Sevilla, Rafael Santamaria, Carles Pujol, Toni Rueda, Santiago Torralba, Eugeni Bonet o Xabela Vargas.

Los viajeros románticos eligen otro viaje. Es un viaje hacia la Naturaleza que se abre como horizonte infinito a la mirada de los nuevos viajeros. Parten de una nueva Naturphilosophie que los filósofos de Tübingen y Jena piensan en la transición del siglo. Es el contexto en el que Novalis, Kleist y el mismo Hölderlin, piensan. Frente a la armonía y equilibrio clásicos que Winckelmann defendiera en sus Gedanken, aparece ahora un mundo de sombras que recorren por igual el mundo natural como el de los sentimientos, ese mundo interior que las artes interpretan, música y poesía, literatura y pintura. Y lo que al principio parecía ser una fuga del orden clásico, se impone como el momento en el que nace una nueva modernidad. Cuando Caspar David Friedrich en 1818 pinta Der Wanderer über dem Nebelmeer, ‘El paseante sobre el mar de nubes’, ya expresa esa nueva Sehnsucht que orienta no sólo el sentimiento sino la mirada de un arte que construye su visión que repiensa el lugar del hombre en el mundo. Atenta siempre a esa época y orientando su trabajo en diálogo con momentos principales de la tradición romántica, M. Ángeles Díaz Barbado, se cita ahora con una de las obras más sublimes de ese tiempo, como es el Winterreise de Franz Schubert, ciclo de Lieder sobre poemas de Wilhelm Müller. Sin duda se encuentra ante un momento decisivo. Schubert los escribe en los meses anteriores a su muerte, ocurrida en Wien en 1828 con sólo treinta y un años. La emoción, perplejidad de quienes escucharon por primera vez estos Lieder anunciaba la perfección absoluta de quien en su breve vida había sido el autor de composiciones memorables. Ahora, ante las puertas de su final su música desafiaba el tiempo citando al silencio a formar parte de esa música. El recuerdo del Adagio del Streichquintett, su tiempo lento premoniza ya esta música final. Se trata de un silencio que se identifica con el silencio de la Naturaleza, interpretándolo. Es así como partiendo del cuarto Lied, Erstarrung, ‘Congelamiento’, se componen estas silenciosas Variaciones sobre un tema único, los helechos del bosque. Aquí todo coincide, el bosque como metáfora privilegiada del mundo natural, el silencio que recorre el espacio de la noche y la sombra, el aparecer misterioso de los helechos plateados que tapizan la tierra, ellos los guardianes silenciosos de la Erde, de la tierra, como escribiera Kleist. Y todo compuesto desde otro silencio, el de la escritura. M. Ángeles Díaz Barbado vuelve a darnos una lección de su poética radical. Sobre el papel negro el dibujo suspendido en blancos y platas que acentúan el tono del invierno. Ella, tan próxima siempre a Thomas Bernhard, comparte con él el sentimiento de su Frost, ‘Helada’, aquel tiempo que abraza el mundo en su silencio y espera. Una forma de amor a la Tierra protegida ahora por los helechos guardianes.

Quiero besar el suelo, traspasando el hielo y la nieve
con mis ardientes lágrimas,
hasta que vea la tierra.
WILHELM MÜLLER. Congelamiento
FRANZ SCHUBERT. Winterreise

Cerca del final de su corta vida, Franz Schubert compuso Winterreise, un ciclo integrado por veinticuatro canciones para voz y piano inspiradas en poemas de Wilhelm Müller. La obra se crea en un contexto en el que el frío, el hielo, están dotados de un poder misterioso y fascinante que en este caso se identifica con un sentimiento de pérdida, con un estado del alma. A lo largo de los Lieder está contenida la pregunta por el lugar del hombre en la naturaleza: ¿es parte de ella, o está condenado a ser un eterno forastero, un eterno caminante que no encuentra su lugar en la tierra? Hasta que vea la tierra evoca un sentimiento ambiguo generado por un deseo de identificación con la naturaleza a la vez que por una búsqueda que se presiente infinita. El helecho prefiere la sombra, la humedad, el frío, la cercanía a la tierra. Con sus hojas protege el interior, la oscuridad, el fondo. Sugiere un caminar lento que permite la observación detenida, minuciosa. En su estructura conviven la repetición y la irregularidad; lo vivo y lo inanimado se unen en un movimiento envolvente, lento, frío, penetrante.

M. Ángeles Díaz Barbado

Obras

Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte