Flight of the forgotten
Janelle Iglesias

 04 febrero – 03 abril, 2010

Primera exposición en España de la artista norteamericana Janelle Iglesias, cuya obra se crea en solitario o bien formando pareja con su hermana Lisa, bajo el nombre de Las Hermanas Iglesias. El título nos remite directamente al material de que sus obras están hechas y que no es otro que todos aquellos objetos que se abandonan por inservibles o que la propia naturaleza desecha. Los tamaños de las piezas que trabaja son los que caben en la mano o bien los que hacen sentir que se puede estar dentro, ser habitados o, más bien, montados. Nunca se queda a mitad de camino. En su realización sigue una serie de pasos como situarse en el lugar –física y emocionalmente-, buscar , coleccionar y reaccionar a esas experiencias enfrentándose al entorno. Finalmente juega con los objetos encontrados in situ, en este caso, no sólo en la calle, sino buscados en el mercadillo de La Rosaleda, en los chinos, la ferretería, tiendas de ultramarinos de la zona, como la Manzana de Oro y Udaco Norte, o cedidos por el montador o el personal de la galería. A todo esto se suman otros que trajo en su equipaje desde Estados Unidos, muchos de ellos “recolectados” en una playa de Nueva York, cuya belleza natural, incluidas las conchas y caracolas que el mar deja en la orilla, contrasta con el vertido de residuos que durante años ha ido depositando en la costa multitud de piezas de todo tipo, de entre los que la artista siente preferencia por los pedazos de vidrio y en especial de cerámica, pero también hacia otros, alterados por la acción del agua marina y los agentes atmosféricos, que ella transforma definitivamente.
De su encuentro con la ciudad de Málaga resalta dos sensaciones impactantes: la de las grúas del puerto, que la llevaron a crear la estructura de escaleras, y el cielo limpio, azul intenso que descubrió algunos días después de su llegada durante los lluviosos días con que este invierno no está regalando, de la que es fruto las instalación con la nube y los cielos recortados de postales.
Su interés por los objetos se explica por la capacidad para contar historias de forma tangible que albergan, despertándole una gran curiosidad su inclinación por unos más que por otros. También se pregunta por qué guardamos cosas que no funcionan que no usamos nunca y por qué dejamos otras en la calle. Además, mucho de lo que ella ha percibido y aprendido de la familia de sus padres -noruega y dominicano- y de sus raíces proviene de la contemplación de los objetos de su casa de Queens, barrio multicultural por excelencia, llevados allí por sus progenitores u otros parientes.
Janelle Iglesias encuentra en los pequeños objetos cotidianos la poética de la vida diaria. Influenciada por el pensamiento de Gastón Bachelard, sus pretensiones están lejos de un discurso grandilocuente y retórico, tratando de atrapar su propia cultura en sus fenómenos menores. La Poética del espacio del filósofo francés define la casa en tanto que imagen poética, morada de recuerdos y olvidos, que se nutren de objetos corrientes, portadores de emociones asociadas a vivencias, que pueden proyectarse más allá de su mera funcionalidad. En consecuencia, establece cómo la función fenomenológica de la imagen poética es la sublimación que se opera en ellos, propiciando su apertura al lenguaje, un recorrido de dentro a fuera. Causalidad de lo pequeño en cuanto que es “una puerta estrecha que se abre al mundo”.
La grandes instalaciones, con las que crea unos microentornos inspirados en la arquitectura animal y en las máquinas fabricadas por el hombre y que ella cataloga como una extensión del realismo mágico, combinando lo que simultáneamente podría considerarse fantástico, común, natural y doméstico, pertenecen a una serie de trabajos que llama Bowerbirds installations, ninguno igual a otro. El macho de estas aves de emparrado construye unos increíbles nidos sin otro objeto que atraer a las hembras, recogiendo materiales de todo tipo en las áreas urbanas de los alrededores, dependiendo el resultado final de los que encuentra en la proximidad del lugar escogido como asentamiento. Curiosamente cuanto menos atractivo es su plumaje mayor es su habilidad y sensibilidad creativa.
Las máquinas y creaciones cinéticas de Jean Tinguely, entroncadas con la tradición Dadá del ready made, del collage y del absurdo, –recientemente homenajeado en una exposición de la Tate de Londres con una antológica de sus trabajos tempranos y la relectura que de ellos hace el escultor británico Michael Landy, uno de los artistas más radicales de los YBAs- están en buena parte de su repertorio referencial. Asímismo lo está en cuanto a la dinámica de trabajo Gabriel Orozco, con sus gestos y su trabajo en el vagabundeo de las calles, donde recoge buena parte de los materiales. Ambos comparten este sentimiento con el movimiento povera.
Las pequeñas esculturas que acompañan la instalación son parte de otro proyecto en marcha, llamado Botle Beach, están hechas de conchas y piezas de cerámica, cristal, piel, cubiertos, etc, recogidos en la playa, mezclados entre si y que mantienen una fuerte y estrecha relación con sus instalaciones, de hecho son casi diminutas estructuras arquitectónicas. Pablo Neruda, uno de sus referentes literarios fue un gran coleccionista de conchas y caracolas, descubriendo en ambas el placer de “su prodigiosa estructura”. Las Odas Elementales del poeta chileno – a los calcetines, a un reloj, al caldillo de congrio….-han sido una de sus fuentes de inspiración y refuerzo.
Janelle Iglesias, formada como antropóloga y en la música, descubre el papel del arte y de los artistas en la sociedad durante un viaje a Sudáfrica para asistir a un programa llamado Jornadasd de Reconciliación que Desmond Tutu inició con la colaboración de la Universidad Emory. Allí estudió diferentes lugares del mundo que trataban de desarrollar estrategias de reconciliación mediante el diálogo y la comunicación de sus respectivas experiencias. Entonces pensó dedicarse a la producción cultural más allá del estudio de las culturas, una vez aprendió la utilidad del arte para el movimiento anti-apartheid y cómo era una herramienta importante para la comprensión mutua entre los pueblos, compartiendo puntos de vista, asimilando lo que les ocurría y cuestionando las situaciones establecidas, con la finalidad de cambiarlas mirando al futuro. El lugar privilegiado del artista en estas situaciones se justifica por sus dotes de seducción y convicción creando aquellas obras capaces de conseguir lo que Janelle Iglesias aprendió en Suráfrica.

Los viajeros románticos eligen otro viaje. Es un viaje hacia la Naturaleza que se abre como horizonte infinito a la mirada de los nuevos viajeros. Parten de una nueva Naturphilosophie que los filósofos de Tübingen y Jena piensan en la transición del siglo. Es el contexto en el que Novalis, Kleist y el mismo Hölderlin, piensan. Frente a la armonía y equilibrio clásicos que Winckelmann defendiera en sus Gedanken, aparece ahora un mundo de sombras que recorren por igual el mundo natural como el de los sentimientos, ese mundo interior que las artes interpretan, música y poesía, literatura y pintura. Y lo que al principio parecía ser una fuga del orden clásico, se impone como el momento en el que nace una nueva modernidad. Cuando Caspar David Friedrich en 1818 pinta Der Wanderer über dem Nebelmeer, ‘El paseante sobre el mar de nubes’, ya expresa esa nueva Sehnsucht que orienta no sólo el sentimiento sino la mirada de un arte que construye su visión que repiensa el lugar del hombre en el mundo. Atenta siempre a esa época y orientando su trabajo en diálogo con momentos principales de la tradición romántica, M. Ángeles Díaz Barbado, se cita ahora con una de las obras más sublimes de ese tiempo, como es el Winterreise de Franz Schubert, ciclo de Lieder sobre poemas de Wilhelm Müller. Sin duda se encuentra ante un momento decisivo. Schubert los escribe en los meses anteriores a su muerte, ocurrida en Wien en 1828 con sólo treinta y un años. La emoción, perplejidad de quienes escucharon por primera vez estos Lieder anunciaba la perfección absoluta de quien en su breve vida había sido el autor de composiciones memorables. Ahora, ante las puertas de su final su música desafiaba el tiempo citando al silencio a formar parte de esa música. El recuerdo del Adagio del Streichquintett, su tiempo lento premoniza ya esta música final. Se trata de un silencio que se identifica con el silencio de la Naturaleza, interpretándolo. Es así como partiendo del cuarto Lied, Erstarrung, ‘Congelamiento’, se componen estas silenciosas Variaciones sobre un tema único, los helechos del bosque. Aquí todo coincide, el bosque como metáfora privilegiada del mundo natural, el silencio que recorre el espacio de la noche y la sombra, el aparecer misterioso de los helechos plateados que tapizan la tierra, ellos los guardianes silenciosos de la Erde, de la tierra, como escribiera Kleist. Y todo compuesto desde otro silencio, el de la escritura. M. Ángeles Díaz Barbado vuelve a darnos una lección de su poética radical. Sobre el papel negro el dibujo suspendido en blancos y platas que acentúan el tono del invierno. Ella, tan próxima siempre a Thomas Bernhard, comparte con él el sentimiento de su Frost, ‘Helada’, aquel tiempo que abraza el mundo en su silencio y espera. Una forma de amor a la Tierra protegida ahora por los helechos guardianes.

Quiero besar el suelo, traspasando el hielo y la nieve
con mis ardientes lágrimas,
hasta que vea la tierra.
WILHELM MÜLLER. Congelamiento
FRANZ SCHUBERT. Winterreise

Cerca del final de su corta vida, Franz Schubert compuso Winterreise, un ciclo integrado por veinticuatro canciones para voz y piano inspiradas en poemas de Wilhelm Müller. La obra se crea en un contexto en el que el frío, el hielo, están dotados de un poder misterioso y fascinante que en este caso se identifica con un sentimiento de pérdida, con un estado del alma. A lo largo de los Lieder está contenida la pregunta por el lugar del hombre en la naturaleza: ¿es parte de ella, o está condenado a ser un eterno forastero, un eterno caminante que no encuentra su lugar en la tierra? Hasta que vea la tierra evoca un sentimiento ambiguo generado por un deseo de identificación con la naturaleza a la vez que por una búsqueda que se presiente infinita. El helecho prefiere la sombra, la humedad, el frío, la cercanía a la tierra. Con sus hojas protege el interior, la oscuridad, el fondo. Sugiere un caminar lento que permite la observación detenida, minuciosa. En su estructura conviven la repetición y la irregularidad; lo vivo y lo inanimado se unen en un movimiento envolvente, lento, frío, penetrante.

M. Ángeles Díaz Barbado

Obras

Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte