Kepa Garraza
Kepa Garraza

10 mayo – 30 junio, 2012

Kepa Garraza (Berango, 1979) materializa en este proyecto un relato cronológico, de hito en hito, sobre un personaje autocomplaciente con el que comparte nombre, profesión y aspecto, nacido en los años 50, que sucumbe a los halagos y la inercia del entramado de fuerzas económicas y de poder fáctico y mediático que lo convierten en un mito. Nos presenta a este alter ego, auténtico socialité, en compañía de conocidos personajes de la política, el arte, los negocios, el rock o el papél couché, al más alto nivel. El artista, que ha crecido bajo el signo del bombardeo mediático, utiliza la posmoderna práctica de apropiación de imágenes, cuidadosamente seleccionadas, e introduciéndose en ellas, sustituye al personaje menos significativo y procede a una doble acción performativa. En primer lugar, se somete a un proceso de caracterización para integrarse en el contexto y adaptarse cronológicamente a los diferentes momentos. En segundo y más importante, construye una identidad a la que presta su imagen. Transformado en este otro Kepa Garraza, del que no se nos da a conocer ninguna muestra de su trabajo, se embarca en un viaje espacio-temporal que lo sitúa en unas coordenadas que en ningún caso se corresponden con las del Kepa Garraza de carne y hueso, cuya obra se exhibe por primera vez en esta galería; por el contrario, carente de una vida social pública y notoria. Jose Luis Brea en su ensayo «Fábricas de identidad (retóricas del autorretrato)» afirma que no hay territorio para la autobiografía fuera del entorno de lo colectivo, sin el cruce con el otro. Así mediante unas «instantáneas», en las que el personaje aparece rodeado por otros individuos del star system, compañía que avala el status que goza, se fabrica esta identidad. Iniciado asimismo su creador en el conocimiento de la inexistencia del sujeto previamente a su comparecencia en los espacios de representación (Brea), toma de los medios unas referencias visuales explícitas que manipula para la realización de esta serie de autorretratos escenificados que emplea como arma arrojadiza contra el modelo de artista-estrella, más ocupado en las relaciones sociales y las apariciones en público y los medios que de su trabajo, cuya actitud ante la vida y la profesión carecen del rigor suficiente. Productos de la industria cultural, tan denostada por Adorno, con algunos de cuyos iconos se deja ver: Warhol, Hirst o Koons, y que Garraza, «el joven», pone en entredicho, como la dejación de la responsabilidad política que el arte debiera asumir (Benjamin) en lugar del vacuo espectáculo para consumo masivo que nos ofrecen. El nuevo personaje, a través del cual el artista real se inviste de notoriedad y respeto generacional, podría actuar como Caballo de Troya para que el artista verdadero emprenda la lucha desde dentro.

El autorretrato, género que eclosiona en el renacimiento, con algún precedente en la estatuaria gótica, es fruto, por un lado del pensamiento antropocéntrico y la toma de conciencia del artista como tal. Algunos lo practicaron de forma excepcional, como Leonardo, o a modo de «cameos», sin otorgarse gran protagonismo en retratos o composiciones colectivas, posibles casos de Velázquez o El Greco, aún sin confirmación fehaciente, mientras que en otros se reconoce una voluntad manifiesta de hilvanar una narración autobiográfica. A veces se pone de manifiesto una personalidad puramente narcisista, como con Courbet, y otras, las más, parece buscarse una terapia de autocatarsis conjuradora del dolor y la soledad: Van Gogh, Egon Schiele, Frida Khalo, Bacon o Lucian Freud, Ejemplos de ejericio dilatado a lo largo de una vida son Rembrandt o Picasso, quien, además, prestó su fisonomía al mito mediterráneo del Minotauro, con el que frecuentemente se identificó. Modalidad menos frecuente, el Autoretrato con pelliza de Alberto Durero, que algunos ven como representación de un Ecce Homo, podría ser el primer ejemplo de esta variante escenificada, que con Cindy Sherman adquiere categoría de eje central de toda una obra. Adscrita al movimiento posmoderno, del que es la máxima representante en fotografía, junto a Francesca Woodman, Nam Goldin, o Thomas Ruff, entre otros, levan a cabo la recuperación crítica del espacio del autorretrato en la era de la imagen técnica(Brea). Sin embargo, es por esta mediación y «anonimato que otorgan los medios técnicos que desde algunos sectores de la teoría se cuestiona el carácter de autorretrato producto de las tecnologías de la imagen que sin duda alguna poseen aquellas representaciones que el artista hizo de si mismo exclusivamente por su propia mano y sin más auxilio que el de un espejo. Para Brea, en el espacio de la representación uno es siempre otro, así, puesta en debate su auténtica naturaleza, el autor se abisma en un barroco laberinto de diferentes estratos identitarios, evidenciando, en la estela de Baudrillard, cómo en la sociedad de consumo la realidad queda reducida a un juego de apariencias y ficción, en el que el arte genera universos simulados.

Serialidad, cronología y escenificación, son algunas de las carácterísticas que podrían definir la obra de nuestro Kepa Garraza, junto a la hibridación de los medios y un realismo fotográfico, elementos que entablan un paralelismo con la obra de Jose Ramón Amondarain.

El objeto de reflexión de todo su trabajo es el mundo del arte en sus más diversas facetas: la historia del arte y el concepto romántico del artista en Angeles caídos; En BIDA (Brigadas Internacionales para la Destrucción del Arte) el guión introduce en diferentes espacios de exhibición a un supuesto grupo terrorista que pretende destruir el sistema del arte tal y como ha alumbrado la contemporaneidad, con el propósito de recuperar otra escala de valores que contribuyan a la regeneración de la sociedad.

                                                                                                                                                        Ih

Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.

El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.

En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.

Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.

Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.

Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.

Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.

Juan Francisco Rueda

Comisario

Obras

Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte