31 enero – 15 marzo, 2014

Cuando la galería Isabel Hurley invitó al Archivo F.X. a enseñar algunos de sus últimos trabajos en una individual, la mayoría de estas nuevas producciones estaban realizadas a partir de archivos de imágenes de Euskadi y Navarra, dentro del proyecto Una violencia pura, cuya primera fase se presentó en el Museo de San Telmo de Donostia/San Sebastián a lo largo de 2013.
Una de las muchas Entradas elaboradas para esa ocasión era Málaga Euskadi da, en alusión directa a un trabajo de 1986 de los malagueños Agustín Parejo School que, más allá de los lógicas del Archivo F.X., se nos aparecía como fundamental puesto que, en muchos aspectos, para Pedro G. Romero, este colectivo es un referente y, además, hace circular algunas ideas interesantes en relación a su obra. La propia idea de la imagen y su trabajo político; pero también -y de ahí la importancia de la institución que acoge la pieza en su colección- la circulación entre el arte radical, la calle y las instituciones, es decir, el continuo cambio de pedestal que una obra recorre para seguir validándose, recuperando potencia.
Por eso, el primer impulso fue mostrar estos materiales de Agustín Parejo School, sus restos, y ha sido grande el esfuerzo de la galería para conseguirlo. Así, gracias a los prestamos del Macba y a la colaboración del MNCARS, el Festival de Cine Opera Prima Ciudad de Tudela, el Colegio de Arquitectos de Málaga, Mar Villaespesa, Juanjo Fuentes y el propio Pedro G. Romero, estos documentos –pegatinas, carteles, fotografías, audios y vídeos- se pueden mostrar.
Además, esta operación es coherente con la lógica de trabajo del Archivo F.X., situada siempre contra el “aparato” Museo, dispositivo hegemónico en las artes visuales desde mediados del siglo XIX. Recordemos que “contra” no significa sólo oposición, también funciona en expresiones como “contra la pared”, es decir, pegado a ésta, poniendo todo el cuerpo en contacto con su piedra.
Desde finales de los años 90 el Archivo F.X. trabaja en torno a las relaciones entre iconoclastia y movimiento radical moderno. La base para estas operaciones la constituye un vasto archivo gráfico de la iconoclastia política antisacramental en España entre 1845 y 1945, imágenes que se ordenan bajo un índice crítico de términos que provienen de las construcciones visuales del amplio campo del proyecto moderno. Es decir, cristos decapitados, iglesias incendiadas y hostias profanadas bajo entradas como Acéphale, Anarquitectura o Art and Crafts. Un caso particular de funcionamiento: la imagen de las ruinas del Convento de las Capuchinas de Manresa quemado en julio de 1909, que contenía una capilla, una escuela, un obrador de dulces, un comedor para los más pobres y un taller de confecciones aparece bajo la entrada La Casa Invisible, el extraordinario centro social y cultural malagueño. Este tipo de ejemplos son los que constituyen el caudal principal del Archivo F.X., su particular juego de lenguaje.
Bajo este paraguas de Málaga Euskadi da podíamos subrayar, también, otra cuestión importante. La arqueología sobre la imagen que realiza el Archivo F.X. no trabaja sobre esa convención que se ha venido en llamar Memoria Histórica. Al menos no solamente. Estás imágenes de templos profanados, santos atacados y burla de liturgias son tan pertinentes en Málaga como en Bilbao. No se trata de recordar nada, ni de levantar secretos al pasado, ni de denunciar públicamente este o aquel exceso de propaganda. Esos son, seguramente, efectos colaterales. El nodo del trabajo del Archivo F.X. es la imagen, sus apariciones, desapariciones y reapariciones. Alguna vez se ha escrito que el punto máximo de aparición de una imagen, su exaltación máxima, es el momento, inmediato, que precede a su destrucción. Es sobre este tipo de paradojas que el Archivo F.X. anda operando.
El bloque principal de trabajos muestra parte del Tesauro: Una Violencia Pura (Málaga Euskadi da), un conjunto de 177 imágenes procedentes de distintos archivos relacionados con Euskadi y Navarra que han entrado en el índice del propio Archivo F.X. Podrán verse en el espacio de la galería en una particular disposición, pero también pueden consultarse a través de la página www.fxysudoble.com. Un especial protagonismo, dentro de este tesauro tienen las Entradas: Guggenheim Bilbao/Pompidou Málaga. En este mismo orden de cosas, puede verse la Entrada: L’Argent, una pequeña teatralización a partir de la película de Robert Bresson de mismo título, en que la pequeña falsificación de un billete de 100 francos provoca una oleada de asesinatos.
Entre otras piezas de la exposición, Los Países, un trabajo fotográfico realizado en Euskadi a partir de un encargo del proyecto Construcción y destrucción del territorio de la Universidad Complutense de Madrid y que, recientemente, la editorial Periférica ha convertido en libro y Las Autovías, trabajo en desarrollo que pretende poner en marcha el viaje turístico que, en 1938, el franquista Servicio Nacional de Turismo –una iniciativa del malagueño Luis Antonio Bolín- proponía recorrer para la Ruta del Frente Norte, desde Oviedo hasta Irún: iglesias profanadas y marcos incomparables, campos de prisioneros y plazas de toros, exaltaciones religiosas folklóricas y ciudades en ruinas.
Junto a todo esto se presenta, también, el Boletín número 9. Documentos y materiales, producido por la Fundación Málaga y la propia galería, una publicación del Archivo F.X., de distribución gratuita, que recoge contenidos coincidentes con muchos de los trabajos dados en exposición. El número contiene una mirada especial desde la óptica de El regreso de Martin Guerre, un trabajo seminal de la historiadora Natalie Zemon Davies y un hito de la historia indicial, la microhistória y las historias social y cultural, nombres todos asignados a una indagación histórica inclasificable.
Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.
El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.
En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.
Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.
Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.
Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.
Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.
Juan Francisco Rueda
Comisario
Vistas de la Exposición







Obras








