
«¿Qué pasará con el mundo cuando hayamos muerto? ¿Habrá mundo? ¿Habrá alguien? Tal vez tuviese razón aquel filósofo cuando pensaba que el que sigamos existiendo después de muertos depende de que otros nos piensen, que el olvido es la auténtica muerte. Será por eso que nos empeñamos tanto en que hablen de nosotros. Cuando alguien muere, hay partes del mundo que empiezan a faltar. Cuando murió mi abuela y no quedó nadie para contarme lo que había sido de éste o de aquel otro, o qué había ocurrido en tal o cual momento, vi cómo aparecían en blanco ciertas partes del mapa. Lo más curioso es que no recuerdo que esas partes estuviesen en el mapa antes de que se me ocurriese pensar en preguntar por ellas.
Como si el mundo fuese algo más bien estrecho y pequeño que vamos ensanchando a medida que lo habitamos, como si no estuviese hecho de antemano sino que lo fuésemos haciendo con las imágenes-memoria, no sólo las nuestras sino también las de otros. Nos van contando fragmentos de su historia y mientras les escuchamos van formándose imágenes en nuestra mente.
Yo hablaba de mi abuela y el mundo aparecía. Pero no podía aparecer aquello que ella no me había contado. Contar es importante. Contar es dibujar, es pintar, es construir la historia, una historia: el mundo que habitamos entre todos»
S.S.
La exposición colectiva «Nadie Hablará de nosotros cuando hayamos muerto», comisariada por Martha Hallot, invita a la reflexión sobre un tema de trascendencia capital, como es la muerte, a través de la obra de nueve jóvenes artistas – Laia Arqueros, Antonio Blázquez, David Escalona, Miriam Martínez Guirao, Gloria Martín, Belén Mazuecos, Sarái Ojeda, Luisa Pastor y María Sánchez-, que han creado toda una red de complicidades en torno al texto de S.S., desde muy diversas disciplinas y poéticas. El anonimato, el miedo a no dejar memoria o huella tras desaparecer físicamente está íntimamente ligado a la situación de emergencia de gran parte de nuestros artistas, la mayoría muy jóvenes, ya que aunque la edad no sea la única condición determinante de este estatus el paso del tiempo si lo es cuando no se progresa en la dirección adecuada dentro de los circuitos. En el marco actual de crisis, las circunstancias económicas, políticas y sociales han conducido a una situación en el entorno del arte contemporáneo que alcanza la categoría de fenómeno, al cual, apelando al sentido del humor –muy presente en la muestra- y con una cierta hipérbole, podríamos otorgarle la categoría de tormenta perfecta. De este modo, doble reflexión sobre la muerte: en tanto que seres vivos y como artistas.
Laia Arqueros en la serigrafía “Baubo me salve o autorretrato espantando a mis demonios”, se transforma en el personaje de la mitología griega que recurrió a mostrar su vulva a Deméter para hacerla reir durante la agónica búsqueda de Perséfone. Esta obra aporta a la exposición el desajuste de tiempos porque eterniza los instantes furtivos de felicidad, envolviéndolos en un aura extemporánea. Con una estética que evoca las pinturas etruscas y los vasos griegos, da una vuelta al mito y es la propia artista quien en una representación especular reivindica la alegría de vivir y la vida misma ejemplificada en la sexualidad, aspecto medular de su obra.
Antonio Blázquez con los dibujos-instalación «Dolores», hace una revisión irónica del icono de la imaginería religiosa barroca y andaluza por excelencia: la Dolorosa. Imagen arraigada y reconocida, de la que el artista nos ofrece su recreación como icono pop tras someterla a un proceso iconoclasta de fragmentación, yuxtaposición y descontextualización, en el que sus contenidos religioso y dramático han sido separados de lo puramente ornamental, subvertido, acentuado y glosado en un sin fin de variables posibles e imposibles.
La escultura de David Escalona “Requiem para una mosca» nos advierte sobre la negación o dificultad para palpar esas pequeñas muertes irrelevantes que se producen en el ámbito cotidiano. A través de un personal lenguaje metafórico, diferentes elementos de corte autobiográfico cobran especial relevancia.
La instalación de Belén Mazuecos » La habitación de la entomóloga» revisa el género de la vánitas recreando un gabinete de curiosidades, dispuesto a modo de capilla de exvotos, donde la metamorfosis del bombyx mori es una metáfora que evoca temas trascendentales como la fugacidad del tiempo y la caducidad de la vida.
Luisa Pastor por medio del dibujo y el collage enfrenta al espectador con absurdos artefactos o maquinarias para estimular su imaginación y hacer un diagnóstico de las capacidades creativas, como nos sugiere su delicada pieza «Pulsómetro». Pero en estos dibujos subyace el deseo de dotar de una nueva vida a la maquinaria de antaño y a una serie de objetos poco o nada valorados. Renacimiento o segunda oportunidad para hacer visible lo que pasa desapercibido y muere sin pena ni gloria.
Gloria Martín con su acrílico sobre lienzo «Tesoro», 2012 nos invita a una reflexión sobre la obra de arte convertida en objeto de mercancía en los depósitos del museo, enfrentándonos al mismo tiempo al tema de la representación en el arte. El motivo que elige, cuadros apilados sobre la pared de los fondos del Museo de El Prado, podría sugerirnos aquella costumbre de voltear los retratos de un difunto en señal de duelo.
Miriam Mart Guirao presente con una instalación de “Plantas eléctricas” y dos piezas de la serie “Advenimiento”, testimonia la persistencia de su interés hacia el jardín y las plantas en cuanto símbolo del ciclo vital de los seres vivos. Un jardín que evoca la naturaleza pero en el que está muy presente el artificio en unos trabajos que a partir de la hoja de hiedra plantean un discurso de confrontación entre lo perecedero y lo perdurable. Trabajo conceptual, sutilísimo y técnicamente complejo en el que la ausencia se hace presente.
El panneau fotográfico de Sarai Ojeda nos muestra una selección de la serie Frágil, en la querecoge en unas instantáneas estenopeícas fragmentos de un episodio vital muy intenso, que provocó en la artista, extremadamente vulnerable y vulnerada, una estado de casi desaparición. La artista muestra ante la cámara su cuerpo desnudo e inerme, velado por la penumbra, evanescente, invadido por las mariposas del amor y el desamor; a punto de dejar de ser. Como Francesca Woodman, el escenario de su dolor y soledad es la casa inhóspita, vacía de todo menos de sus existencias torturadas, con la huella impresa de su espíritu; lugar de ausencias presentidas y deseadas.
María Sánchez emplea el fotomontaje como herramienta para los autorretratos de la serie “Interiorismo”, apropiándose de diferentes escenografías escogidas de revistas de decoración pasadas de moda, siempre preservando el anonimato al ocultar o voltear el rostro al espectador. La artista nos sugiere con estas absurdas y teatralizadas poses en ambientes de marcada estética Kitsch y los enrevesados títulos con que ha bautizado las obras un relato que, si existe, se precipita hacia su propio abismo.
Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.
El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.
En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.
Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.
Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.
Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.
Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.
Juan Francisco Rueda
Comisario
Obras

















