Por las ramas (Suite de sombras)
Antonio Yesa

08 noviembre, 2013 – 18 enero, 2014

Y he visto que mi sombra también derramaba lágrimas. Incluso se veía, nítida, la sombra de las lágrimas. Señor pájaro-que-da-cuerda, ¿has visto alguna vez la sombra de una lágrima? La sombra de las lágrimas no es una sombra cualquiera. Es muy distinta. Viene de un mundo lejano especialmente para nuestros corazones. O tal vez no. Quizá las lágrimas que derrama la sombra son las auténticas y las que derramo yo son sólo la sombra.

                                                                                                                                                        Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Haruki Murakami

 

Antonio Yesa (Arcos de la Frontera, 1952) concita diferentes  técnicas  en una exposición de contrastes en la que se ensamblan conceptos y materiales muy diversos, de manera espontánea e intuitiva.

Su trabajo, pese a tener una clara filiación con la  escultura española contemporánea, ostenta un individualismo muy marcado. La paradoja y la confrontación entre conceptos en apariencia opuestos -lo íntimo y lo público, lo transitorio y lo permanente, lo penetrable y lo que impele, lo orgánico y lo inorgánico, lo tecnológico y lo artesanal, lo pequeño y lo grande, lo estable y el equilibrio imposible- forman parte de su particular modo de hacer y entender la vida y el arte. En consecuencia, la obra fluye en el maridaje  del plano o la línea recta con la curva o quebrada; de lo blando con lo duro; lo rígido con lo flexible; lo frío con lo cálido o lo rugoso mate con lo pulido brillante, elaborando un lenguaje personal en base a unas variables que administra acorde al discurso, aunque con un orden formal siempre fiel a su estilo.

El diálogo con la materia es indispensable para el artista ya que pasa a ser parte y objeto de su discurso estético. La estructura física como obstáculo, pero también como sugerencia, convierte al material en estímulo ineludible para encontrar el punto de confluencia entre la intención y el soporte.  La gama es amplia: maderas y metales en diferentes calidades y  texturas, junto a plásticos, cristal o papel; con o sin color.

Asimismo, juega con difuminar los límites entre disciplinas, haciendo complementarios sus trabajos de bulto con el dibujo, el collage o la fotografía,  también en perfecta correspondencia.

El artista vuelca en estas piezas su preocupación por el paso del tiempo en primera persona, que le suscita numerosas interrogantes en un contexto pasado, presente y, cómo no, de lo que está por llegar. Plásticamente el punto de partida de este proyecto un árbol ya muerto es, elemento con un amplio abanico de referencias iconográficas en el ámbito antropológico. Icono simbólico, tantas veces imagen de vida y energía de la que es portador aún después de cortado, cobija un secreto que protege con la corteza: los anillos reveladores de su edad, ocultos a la luz. Imagen en si misma del devenir temporal y de la transformación que esta circunstancia imprime en cada ser y objeto que lo experimenta y alegoría de la soledad del individuo. El árbol es modificado una vez más por sus propias manos, ignorantes de si le infieren sufrimiento y recelosas ante esta contingencia, pero esperanzadas en concederle la oportunidad de una segunda vida en virtud de su nueva función como objeto artístico; Proceso que lo marcará con nuevos estigmas que se suman a los de la existencia. Sin piel el árbol se torna vulnerable, como la persona, desnuda exterior e interiormente, mostrándose cómo es en realidad. Por otra parte, la intervención del artista parece proyectar su propia inquietud hacia el sentido de la vida y la certeza de la muerte, con el temor de no dejar huella de su paso por ella. En cualquier caso constatamos que el árbol ha dado otros frutos: los que penden de sus ramas,  los del propio artista -¿sus recuerdos?- en una reinterpretación del Cadáver Exquisito –hay más de un guiño a los maestros surrealistas-; así como aquellos que han resultado de reunificar las ramas podadas o de injertar fragmentos de tronco con acero y los dibujos que proyectan sus sombras. Distanciándose en lo sustancial de aquél de los hermanos Chapman, imagen hedionda de la muerte, cadáver poco exquisito, está más cercano al sentido de los que Ugo Rondinone plantó en Manhattan, aunque fundidos en aluminio y lacados en blanco, sintéticos y fríos, a modo de testimonio de la memoria condensada del tiempo.

La escultura de Yesa, siempre sensual y plena de sugerencias, incorpora en esta ocasión un nuevo elemento con la categoría de insoslayable: la sombra, que añade otra dimensión y aporta sobriedad, profundidad y densidad, además de misterio. Parece que el artista haya hecho suyas estas reflexiones de Tanizaki: “…creamos la belleza haciendo nacer sombras…”. “…lo bello no es una sustancia en si, sino tan solo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de diferentes sustancias….” Por el contrario: “…la belleza se pierde si se le suprimen los efectos de la sombra…”

Con sutil sentido lúdico engaña a los sentidos a través del juego de luz y sombras, modelando el espacio, tan importante en su obra, como una pieza más, y distribuyendo tinieblas e iluminación en diferentes intensidades, ritmos, tonalidades y sentido dramático. De este modo se crea una auténtica Suite de sombras, melodía inaudible con la que logra no solo realzar la belleza material de las esculturas y desvelar lo que la claridad oculta, sino establecer unos tiempos y recorridos cuya cadencia se ajusta a la del claroscuro.

Realidad y fantasía confundidas en un trampantojo donde no siempre es lo que parece ni parece lo que es. Mundos que transcurren unas veces en paralelo y que en ocasiones se superponen e interactúan, configurando un laberinto de difícil escapatoria. Confusión perceptiva en ese magma espacial del que surge una sucesión de hitos en secuencia cambiante que dan cuerpo a una narración no lineal, como lo es la percepción del tiempo y de los acontecimientos de la vida, con frecuencia en confrontación entre lo sucedido y lo deseado, que manipula la memoria.

IH

Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.

El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.

En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.

Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.

Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.

Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.

Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.

Juan Francisco Rueda

Comisario

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Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte