Turista
Alberto Borea

13 septiembre – 02 noviembre, 2013

Turista, tercera individual de Alberto Borea (Lima, 1979) en la galería, persevera en el planteamiento formal y teórico sostenido por su trabajo anterior. La poética de los objetos como punto de acceso primario, en los que el tiempo y la historia cobran una importancia vital, fundamenta el discurso plástico y su proceso. En esta ocasión realza las cualidades formales de aquéllos como formularios de inmigración, cajas de limpiabotas, molduras para enmarcar, útiles para la construcción o libros, escogidos para evidenciar la materialidad de los residuos de la civilización, a través de los que indaga en los cambios en la sociedad, la fragilidad de modelos económicos y la inminente llegada de su obsolescencia.

Borea reflexiona sobre la identidad y la geograficidad, desarrollando una cartografía imbricada a su propia experiencia. Demanda la preservación de las raíces culturales, inermes ante el huracán globalizador, y aborda temas como la crítica al mercado y al consumo, además de problemas generales del arte y del objeto artístico, en relación a la percepción, la comunicación y la circulación. Los objetos cotidianos son tratados como iconos –Huaco, de Concreto series fabricado con molduras y un decantador de cemento-, yuxtaponiendo contextualizaciones: lo antiguo y lo actual; la tecnología y lo rudimentario; lo global y lo local; lo vernáculo y lo foráneo; lo particular-personal y lo universal; lo auténtico y el souvenir; lo primigenio y lo especulativo, asociado a sus usos… En este medio recrea un sistema poético que alude a la comprensión de las necesidades básicas y espirituales de los individuos y a la búsqueda del progreso, representando las fases que experimenta una civilización con el fin de sobrevivir y el papel que el azar juega en este desarrollo. Para ello pone también una piedra de toque sobre el tráfico migratorio, el desarraigo, el sentirse extrañado y extraño a un tiempo; la injusticia en la desigualdad pero también las posibilidades de superación que se abren en esta brecha, nunca fáciles ni ajenas al dolor.

En la propuesta que nos ocupa incide con especial énfasis en el fenómeno del turismo y las corrientes migratorias, con todas las implicaciones que conllevan, en lo económico, cultural, social y político. Asimismo, principales agentes de la creciente globalización, acelerada en el último siglo, precisamente por el carácter masivo de estos flujos, y de la transformación del paisaje rural y urbano en todos sus aspectos.

Maximiliano Korstanje asevera que el nexo entre turismo y migración radica en la percepción de carencias en su entorno por parte de los involucrados. Miientras que para ciertos especialistas en la antropología del turismo es éste una forma de alienación y colonización capitalista, también es cierto lo que esgrime aquél acerca de la satisfacción de necesidades psicosociales como descanso, aprendizaje y afirmación de estatus, sin que unas y otras sean incompatibles, encontrando el origen de este hecho social en las mitologías de las cuatro culturas que conformaron la europeidad: grecorromana, judeo-cristiana, céltica y germano-nórdica. Las Sagas y el viaje de Jasón con los Argonautas; las diásporas griegas, el éxodo judio; las peregrinaciones y cruzadas cristianas y musulmanas; las Empresas del Descubrimiento, Conquista y Colonización; campañas militares, a veces de un siglo o más; misiones evangelizadoras; caravanas y expediciones comerciales; el ritual iniciático del Grand Tour; los grandes trasvases de población desde finales del siglo XIX, por causas económicas y exilios políticos, en una dinámica emigración-inmigración-emigración, que continua hasta el día de hoy….. Es evidente que los desplazamientos tuvieron y tienen un carácter y calado muy diverso; El ser humano fue nómada hasta la Revolución Neolítica, como continuaron siéndolo los indios de Norteamérica hasta el casi exterminio de los búfalos de las Grandes Praderas y de ellos mismos. No es equiparable un viaje temporal de placer a un traslado forzoso y de larga duración o definitivo por las circunstancias que sean, si bien el tránsito humano, con todo lo que comprende, y material que acarrean es determinante en la construcción y reconstrucción de la identidad de pueblos y sujetos, instrumentalizados de todas las formas posibles. Este es parte del mensaje, no exento de acritud, del artista.

La serie Turista-El Dorado, en un guiño de homenaje y complicidad al proyecto de Fernando Bryce, Turismo-El Dorado-Alemania 98 con el que entabla un fértil diálogo, es un manifiesto visual de lo anteriomente expuesto, en lo que deja ver y lo que se intuye o asocia por aprendizaje previo e información proporcionada por los medios de masas. Son éstos, por cierto, el otro agente crucial e indispensable de globalización, materia prima esencial del trabajo de Bryce y, con un tratamiento absolutamente distinto, de los videos Existe/Resiste, instalados en las videoesculturas Lo que vi desde el suelo, crónica en clave found footage de agitaciones sociales varias acaecidas en 2012. Algunas resultado de la internacionalización del Movimiento Indignados; Primavera Arabe y revueltas mineras en Bolivia y Perú. Estas últimas, precisamente, en la misma zona andina, muy próximas al enclave de los lugares que habitaron los Incas, hoy objetualizados, convertidos en sitios arqueológicos para su estudio y explotación turística, una vez extrañados sus legítimos moradores. Fuente, por tanto de riqueza, y en muchos sentidos, también en el figurado, joyas. Así las trata Borea superponiéndo pan de oro y plata a las imágenes fotográficas con sus pies de foto, páginas de un libro deshojado, subrayando la índole objetual y la trasnformación sufrida por ese lugar.

Transformación de los espacios habitacionales igualmente sugerida en las dos piezas de la serie Influencias, collages a partir de recortes de un libro sobre arquitectura de Nueva York, que apela directamente a la constante mutación física de la ciudad, si bien esta sutileza entraña la profunda alteración que está experimentando la sociedad en Estados Unidos ante el empuje de el colectivo hispano; la latinización creciente desde los 80´del pasado siglo y la politización de la etnicidad. Sucesos de trascendencia colosal que han tenido que vencer las barreras interpuestas en el destino, no siempre en condiciones de reciprocidad. Inmigration Line, collages a base de estos formularios que Borea convierte en máscaras, es una imagen de la cosificación y despersonalización que se oculta tras ellos, cuya cumplimentación es obligatoria para los inmigrantes de cualquier clase, también turistas, si exceptuamos espaldas mojadas o balseros.

Exposición, pues, muy compleja, por las innumerables ramificaciones inherentes al tema, de imposible abordaje en el tipo de evento que tiene lugar en esta sala y al que el artista nos convoca. Muy rica, por tanto, en lecturas y reflexiones, propósito último a que aboca su planteamiento, de nuevo vertebrado en la transculturalidad y el metadiscurso.

IH

Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.

El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.

En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.

Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.

Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.

Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.

Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.

Juan Francisco Rueda

Comisario

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Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte