Ut pictura...
Kristoffer Ardeña, Rosa Brun, Miki Leal, Guillermo Mora y Vicky Uslé

11 abril – 31 mayo, 2014

Tras un periodo de injusto apartamiento, en el que la pintura fue preterida, víctima de las invectivas de innumerables detractores por innumerables motivos, el medio resurge reforzado y renovado, con una capacidad de sugerencia y trasmision de vitalidad; de reinventarse constantemente y de apropiarse de todos los demás, como nunca antes se había visto. Puede decirse que renace, que se refunda o hasta que nace un nuevo medio, con la energía cósmica de un agujero negro en el universo del arte, a cuya fuerza de atracción no puede sustraerse ningún otro, ya sea por contaminación o por absorción.

En Ut pictura... se confrontan una serie de obras de Kristoffer Ardeña, Rosa Brun, Miki Leal, Guillermo Mora y Vicky Uslé, todas encajables en la disciplina, aunque incorporen perspectivas diferentes de la práctica pictórica actual, siéndolo igualmente sus discursos, pese a lo que demuestran una perfecta convivencia en el marco de un lenguaje contemporáneo. La exposición pretende ofrecer un panorama de lo anteriormente descrito e invitar a la celebración del fenómeno en que se ha convertido la pintura. Fenómeno tras el que existe una estructura de lo precedente, por mas que su carencia de prejuicios dificulte la evidencia, a menudo induciéndonos a clasificar sus manifestaciones en la categoría del acontecimiento. Fenómeno, en fin, al que, como es de rigor, acompaña una experiencia, la del creador y la del consumidor activo, desde ese horizonte de sucesos siempre fresca y estimulante.

En 1979, Rosalind Krauss publica en la revista October su artículo La escultura en el campo expandido, en el que expone negro sobre blanco cómo esta disciplina y la pintura habían sido: amasadas, extendidas y retorcidas, en una demostración de extraordinaria elasticidad, y cómo la crítica calificaba de eclécticas estas prácticas, pese a que una vez estructurada la cuestión del campo expandido muchos artistas se han encontrado ocupando sucesivamente diferentes lugares, en una continua resituación de las propias energías creativas absolutamente lógica. Continuaba afirmando que: la práctica ya no se organiza alrededor de la definición de un medio dado sobre la base material o la percepción de éste sino que en el interior de cualquiera de las posiciones generadas por el espacio lógico dado podrían emplearse muchos medios diferentes. Lucy Lippard ha manifestado de forma análoga que hemos expandido la definición del arte… Los artistas lograron abrir el mundo del arte para que se aceptaran sus conceptos… Hace unos meses el MNCARS acogió una magnífica exposición, +_1960. La expansión de las artes, en torno actividad experimental en el terreno de la música y su repercusión en todos los medios, lo que determinó la redefinición del acto creativo en las disciplinas visuales.

Desde los inicios del siglo XX, las manifestaciones artísticas han experimentado una revisión en cuanto a las convenciones de concepto, materiales, técnicas y de proceso, lo que supuso una alteración radical de su esencia. Lázló Moholy-Nagy se posicionó entre la pintura, la fotografía, el cine, la escenografía o el diseño, defendiendo una postura crítica centrada en el intercambio entre prácticas artísticas diferentes. En lo que atañía a la pintura, se mantuvo a medio camino entre la abolición de las obras de caballete y la denuncia de la figuración y lo narrativo en favor de la pintura pura, absoluta. Abogaba por volver a determinar el medio y sus elementos constitutivos,  por su conciliación con los demás, construyendo una dialéctica de la interrelación de prácticas, de su interacción, propugnando la creación con el auxilio de todos los medios disponibles. Aunque su hipótesis de trabajo estaba enfocada al uso de las nuevas tecnologías, como puede leerse en la introducción de Dominique Baqué al libro Pintura, fotografía, cine y otros escritos sobre fotografía. László Moholy-Nagy, su pensamiento al respecto es por completo compatible con lo aseverado por Rosalind Krauss y Lucy Lippard y con el discurso que sostiene esta exposición.

Las obras de los artistas de la colectiva exploran las posibilidades de la disciplina en un abanico que en lo material va desde la pintura sin pintura de la pieza de cobre y madera negra de Rosa Brun y la de cerámica, Hoguera y tangram, de Miki Leal, a la acumulación y mezcla de los materiales que habitualmente conforman un cuadro: lienzo, bastidores, marcos y sustrato material pictórico, en las de Guillermo Mora; o el collage  en la tela de Vicky Uslé y en las diferentes versiones que nos ofrecen las obras de Rosa Brun o Guillermo Mora. Por otra parte, Ksistoffer Ardeña se adentra con sus Ghost Paintings en la metapintura, analizando el comportamiento de la obra de artistas de la vanguardia latinoamericana como Volpi o Carmen Herrera, una vez redimensionados diferentes parámetros.

La transversalidad ténica, material, procesual y de concepto de estas obras se inscribe en la de medios. Si bien Rosa Brun profundiza en la relación del espacio con la materia, la línea y el volumen, en una demostración práctica que desarrolla un profundo trabajo intelectual previo; Vicky Uslé lo hace con la composición y convivencia de diferentes materiales, lo que deviene en una revisión del collage sutilísima; un diálogo entre lo formal, espacial y cromático de sosegado lirismo. Guillermo Mora, junto a la yuxtaposición material incide en las cualidades escultóricas y la capacidad espacial del propio pigmento y de los varios materiales que componen la obra pictórica convencional; ejercicio deconstructivo cuya razón de ser es la búsqueda de la verdad y multiplicidad que esconde el medio; mientras que Miki Leal, tanto con la cerámica como con la técnica mixta, que incorpora una destrucción parcial del soporte, como recurso de forma y fondo, se sumerge en los recuerdos de la infancia, recreando un universo nostálgico de objetos que conforman lo que ese periodo ha dejado en su memoria.  Ya habíamos visto que Ardeña se adentraba en una dinámica apropiacionista, no exenta de hedonismo, algo barroca, en tanto que usa como material de sus cuadros otros cuadros que ya han hecho historia en el Arte Contemporáneo, entrando en el juego con que el historicismo procesa toda obra, movimiento y periodo artístico, en realidad jugando con ventaja, burlando las reglas de ese juego; trampa que habría divertido mucho a Rosalind Krauss. Por otra parte y pese a los diversos elementos de las diferentes composiciones hay una nota dominante común, un aglutinante que cohesiona y da coherencia y cuerpo al discurso de la exposición; No obstante su hibridación con otros, el carácter de naturaleza muerta es evidente en el tratamiento del asunto, de los elementos y de los materiales y nutre de argumento el énfasis puesto en lo formal y compositivo y  la índole de su concepto.

De categoría denostada antaño, como lo ha sido el medio en varios momentos mas o menos recientes, hasta el punto de que calificar una fotografía o vídeo como de pictorialista era sinónimo de desautorización, a partir de las vanguardias, la naturaleza muerta asciende a género por excelencia para vehicular manifiestos y plasmar teorías. Además, gracias a la mayor libertad de composición que le confiere su independencia de lo narrativo y al carácter eminentemente íntimo que posee, se convierte en el ámbito idóneo para la reflexión y al análisis autorreferenciales en que transcurre la discusión práctica y crítica en torno a la pintura en nuestros días.  Por descontado, cuando hablamos de naturaleza muerta nos referimos a toda aquella obra que reúna ciertos requisitos, con un sentido tan amplio como lo permite el propio género dentro del contexto actual; por referirnos a unos cuantos: carácter intimista, elementos inanimados, fondos neutros; énfasis en texturas y cualidades formales; organización espacial geométrica; color, forma y línea del objeto, del elemento, en si mismos; el estudio de la estructura, del comportamiento de luz, color, sombras…, considerados en su autonomía… Norman Bryson –Vover a mirar. Cuatro ensayos sobre la pintura de naturalezas muertas- prefiere clasificar la obra clasificable en el género en series, en función de los requisitos que cumplan: …la serie naturaleza muerta no tiene esencia, solo una diversidad de semejanzas de familia… Y contínúa con que… la coherencia de la serie viene dada por los objetos concretos de que se ocupa. Por último hace una observación muy interesante que quizá justifique el trato peyorativo, de obra menor, que se le concedió en el pasado, acerca de cómo tales objetos siempre pertenecían a la esfera de lo invariable. Es decir, que la naturaleza muerta reflejaría algo así como la intrahistoria, frente a los grandes cuadros de batallas, o las pinturas de corte, el paisaje, o la de tema religioso o mitológico, siempre en el maistream, formando parte de los grandes programas iconográficos aúlicos o de la Iglesia, mientras que aquélla quedó reservada a la esfera de lo doméstico. Los artistas y las obras reunidos en Ut pictura…, hacen una personal e insustituible  contribución a ese redefinir y resignificar el medio pictórico y la categoría de naturaleza muerta que se viene produciendo desde hace mas de un siglo, en la estela de aquéllos pioneros de las vanguardias históricas; revisadas normas y procedimientos, sincronizada su actividad con el discurrir de la teoría, la práctica y la crítica contemporáneas.

El aforismo de Horacio Ut pictura poesis, adaptado y recontextualizado, reubicado en el entorno de la expansión de las artes, añade valor semántico al demostrar su vigencia y validez para comprender, escrita sólo la primera parte, apenas esbozado, el contenido discursivo de la exposición, que no es otro que subrayar el nuevo rumbo del medio, también superado a si mismo y a todos los prejuicios en derredor. Si fue cierta su derrota en alguna campaña, también lo es su saldo victorioso en la contienda, de modo que cada vez que se grite ¡La pintura ha muerto! le sucederá un ¡Viva la pintura! con mayor autoridad y contundencia.

Con el espíritu de un historiador del arte, Montesinos quiere poner en valor ese universo heterogéneo no sólo como colmatación estilística o fenómeno artístico, también lo entiende como un pasaje de ida y vuelta: resultado/producto de un proceso social, económico y artístico tanto como vía para llegar a esos factores en esa ruta para la (auto)comprensión. Ciertamente, su propósito no es sólo constituirse en nueva oda o revisión artística de las producciones del Estilo del relax, participando del relato que lo proyecta como una mitología local, sino abordarlo desde sus implicaciones sociales e identitarias. El título de esta exposición revela el profundísimo vínculo que siente Montesinos con el universo del relax, que viene a modificar y configurar el lugar/territorio que siente como propio, en el que encuentra el sentido o el origen de un modo de ser y estar, un lugar que, en definitiva, es él. Lo que Montesinos pretende es proyectar sobre este objeto de estudio una mirada distinta, nuevas preguntas que conlleven respuestas que vengan a ampliar, completar y diversificar la interpretación y la fortuna crítica del mismo. Tal vez, por todo ello, podemos llegar a comprender la militancia que demuestra Montesinos respecto al valor intrínseco del universo del relax, a su posicionamiento en la convicción de su valor como indudable patrimonio. El artista no oculta cómo ese patrimonio es fruto de una modificación radical de la conurbación Costa del Sol, de esa suerte de ciudad-lineal que se desarrolla a lo largo de la N-340, de lo que técnicamente se llama ZoMeCS (Zona Metropolitana de la Costa del Sol), incluso de los orígenes y las derivaciones espurias y perversas del fenómeno económico que la sustenta, pero ello no es óbice para aceptar la trascendental y esencial ascendencia sobre su persona -y sobre el pueblo, paisanaje o comunidad- y la defensa de muchos de sus hitos y cultura material y simbólica como documentos culturales, antropológicos e identitarios.

El de Montesinos es, por tanto, un viaje tan científico –aquí la práctica artística se convierte en una ciencia social- como emocional. Documento y memoria parecen fundirse en su ejercicio, tanto como que aquellos elementos o pormenores sobre los que fija su mirada para interpelarse actúan con la doble condición de ser indicios y vivencias. Para ello, como compañero de viaje, cuenta con el concurso del comisario. Esta exposición, de hecho, viene a culminar más de una década en la que el Estilo del relax se ha convertido para ambos, para el artista y para quien esto escribe, en recurrente tema de conversación y reflexión que ha alumbrado distintas experiencias compartidas, ya sean expositivas, como el proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios (Genalguacil Pueblo Museo, 2019), o de producción artística y de conocimiento. De hecho, muchas de ellas han resultado profundamente significativas para este proceso de investigación, un auténtico work in progress, que metaforizamos como una suerte de viaje. Tanto es así, que algunos posicionamientos, materiales y soluciones que se observan en RLX, el lugar que soy proceden, siendo reformulados para esta ocasión, de aquellos capítulos anteriores.

En RLX, sobre el lugar que soy, Montesinos hace confluir algunos rasgos y procedimientos característicos de su poética con distintas nociones que quiere destacar del Estilo del relax, como su naturaleza de estilo de aluvión, de acarreo de materiales y de fórmulas arquitectónicas procedentes de la tradición vernácula y de la arquitectura del Movimiento Moderno, que pasaban a fundirse de un modo absolutamente desprejuiciado, libre e incluso bizarro. Para ello, el artista ensaya una propuesta eminentemente escultórica en la que descompone algunos de los principales edificios-icono, con una gran carga vivencial para él, en un repertorio de soluciones formales, materiales y rasgos estilísticos. Viendo estos dispositivos escultóricos, como el que se inspira en la icónica Residencia de Tiempo Libre de Marbella, acuden a nuestra memoria el ciclo de obras que Montesinos ha venido haciendo en sus Inopias, una fórmula que caracteriza, en buena medida, su trabajo último. Ante los circuitos de mini-golf del Hotel Mare Nostrum de Fuengirola, gracias al modo en el que se exponen, afloran las “áreas gráficas” a las que se entregó al principio de su carrera. El uso del DM y cierto desarrollo escénico que asumen algunas de las obras expuestas, permiten que encontremos en ellas algunas de las ideas-fuerza del proyecto Forjando identidades. Construyendo escenarios, relativas a la comprensión como escenografías, decorados o tramoyas de diversas construcciones y conjuntos para el ocio y el turismo que se desarrollaron en la Costa del Sol.

Montesinos, desde la precariedad de los materiales que decide emplear, logra soluciones y terminaciones verdaderamente próximas a las que los artífices de muchos de esos edificios brindaron como impronta estilística y formal a los mismos. Sorprende el uso del cartón acanalado o del cemento en algunos elementos y pormenores de sus piezas, de modo que nos traen fortísimas evocaciones de los procedimientos y materiales usados en el tercer cuarto de siglo XX, lapso en el que se desarrolló el Estilo del relax. En otras ensaya nuevas fórmulas escultóricas mediante el uso del DM, de manera que opta a la tridimensionalidad y a lo arquitectónico a partir de planchas. También, a modo de trampantojos –lo escenográfico, ese sentido de decorado al que antes nos referíamos-, incluye materiales míticos que identificamos con este universo, como es el caso de la recreación del gresite (azulejos o teselas) que alude a las piscinas y, en concreto a la del edificio San Miguel de Fuengirola. En otros casos, debemos destacar el carácter semántico de algunas soluciones formales, como la toalla colgada con la impresión de varias de las torres que Antonio Lamela diseñó para Playamar (Torremolinos) –evidencia, también, los nuevos usos de la fotografía, o directamente habla de la post-fotografía-. Una de las imágenes más usuales de los enclaves de turismo veraniego son esas acciones espontáneas de los turistas que cuelgan sus toallas de playa en terrazas y ventanas. Esa política de gestos habla del fenómeno del sol y playa con el que tanto se vincula a la Costa de Sol como uno de los destinos paradigmáticos de nuestro país.

Montesinos, con algunos de sus dispositivos de exposición, consigue evidenciar el profundo carácter plástico que posee la arquitectura ligada al Estilo del relax, lo que la convierte en en proto-postmoderna, pues parte de ella encarna, desde los años cincuenta, valores hápticos, esculturales, plásticos y cierta reformulación de lo vernáculo que vendrían a ser descritos como rasgos esenciales de la venidera arquitectura post-moderna. Resulta clave el comentado acto de descomponer esos edificios en sus materiales y elementos esenciales, en mostrarnos el vocabulario que se articula en lenguaje o estilo, en destacar sus significantes. Sus obras, por mor de esto, pasan a ser ejercicios de metonimia. Es decir, algunos de esos fragmentos nombran irrevocablemente al edificio que los ampara.

Otra cuestión de largo alcance se desprende del conjunto de esta RLX, el lugar que soy. Una cuestión que viene, hasta cierto punto, a validar o demostrar cuán cierto es ese presupuesto que defiende Montesinos de cómo él es el lugar. Nos referimos a cómo su modus operandi a lo largo de su carrera artística está mediado por un concepto/comportamiento como el de deriva. Precisamente, en los proyectos que abordan la Costa del Sol parece emular algunas de las derivas que han venido a interpretar desde las prácticas artísticas este territorio. Esta exposición o su reciente documental Relax N-340, estrenado hace unos meses en el Contenedor Cultural de la UMA, parecen emular trascendentales viajes locales e internacionales, como el cortometraje, a modo de road-movie, que Guillermo Pérez Villalta grabó, en 1982, para el mítico programa de TVE La Edad de Oro; o el viaje que realizaron Diego Santos, Carlos Canal y Juan Antonio Ramírez por la N-340, en 1986, como trabajo de campo para escribir el libro que da nombre al Estilo del relax, en el que se teorizó éste. Este último viaje podría ser considerado un réplica del que realizaron Robert Venturi, Steven Izenour y Denis Scott Brown por el strip de Las Vegas en 1968 y del cual surgió Aprendiendo de las Vegas, un libro que anunció la post-modernidad.

Por todo ello, entrar en esta exposición equivale a emprender un ejercicio de deriva, a través de hitos e iconos del relax, por ese territorio del que es natural Montesinos. Pero, seguramente, una vez que emprendan esa deriva, ustedes, como el artista y el comisario, sientan que inician un viaje por su memoria, por aquello que les identifica y por el lugar que son.

Juan Francisco Rueda

Comisario

Obras

Prensa

Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte